Grimanesa Ramírez Ramírez, la voz de mando en los campos forestales

Alexandra Colorado Castro

Jefe de Redacción

Es madre soltera, bachiller, lleva cerca de treinta años laborando en la industria forestal y es la única mujer en Colombia que ha dirigido a cientos de obreros dedicados a la siembra y la cosecha de árboles; labor con la que se ha ganado el respeto, el respaldo y la admiración de un sector de tradicional dominio masculino.

Se levanta antes que el sol. A las 2:30 de la mañana inicia su jornada diaria: lava, cocina, limpia y luego despierta a Emmanuel, su hijo de siete años para alistarlo, llevarlo a la casa de la abuela paterna donde le llevan al colegio y le cuidan, mientras ella trabaja.

Su rutina sería similar a la de muchas mujeres colombianas que alternan, con habilidad y sacrificio, los trabajos del hogar y los externos de casa, si no fuera porque es la única mujer en el país que se desempeña como supervisora de personal en campo de fincas dedicadas a la siembra y la extracción forestal, y dirige hoy, un frente de 36 hombres dotados con botas, cascos, machetes y motosierras.

Ella coordina, planifica y controla la operación de cosecha que adelantan los descortezadores, estrobadores, motosierristas, operadores de equipos de mecanizado y un jefe de línea en la finca Buenos Aires, ubicada en la vereda El manzano, municipio de Pereira, propiedad de Smurfit Kappa y administrada por Exfor, una empresa contratista consagrada al establecimiento y mantenimiento de plantaciones, a la extracción de madera y a la planeación y asesoría de proyectos forestales.

Durante sus 29 años de experiencia, ha recorrido decenas de fincas como Buenos Aires, y ha liderado otro tanto de grupos de operarios y obreros. Su entereza, sus excelentes resultados y la confianza que han depositado en ella –desde sus jefes inmediatos hasta los altos directivos de las compañías a las que ha servido– la han puesto a la cabeza de los más delicados proyectos forestales, y hoy es reconocida como una de los supervisores con mejores resultados de la industria forestal.

La Revista M&M detuvo unas horas, la exigente agenda diaria de Grimanesa Ramírez Ramírez para conocer su oficio; algunos detalles de su vida; para indagar sobre su quehacer en los extensos campos de pinos y eucaliptos del Eje Cafetero; para escuchar de su voz lo que significa su labor, y para saber, en la voz de otros, lo que ella ha “sembrado” en sus vidas con su ejemplo y su don de gentes.

Una mujer de botas tomar

Es de estatura mediana, contextura delgada y piel madurada por el sol y el viento. A esta caldense de 47 años, nacida en Riosucio, la acompaña una expresión serena y un aire callado que rompe al recordar su primer acercamiento con el sector, desde su casa, entre animales y sembrados agrícolas siendo muy joven.

“A unos 150 metros de la finca donde vivía con mis padres y mis ocho hermanos pasaba una vía principal, y por ella, todos los días, Carlos, un muchacho que trabajaba con Cartón de Colombia y siempre me saludaba. En una ocasión me dijo: “mona, necesitamos personal para sembrar” y aunque no pensé que pudiera hacerlo, me arriesgué”, cuenta Grimanesa.

Convidó a una amiga que vivía cerca y acudieron a la cita de Servicios Forestales, empresa que entonces servía de contratista a Cartón de Colombia en la zona cafetera. Asignada a la finca La Palma, ubicada en Riosucio, realizó su primer trabajo, el 11 de junio 1989, como obrera en silvicultura sembrando y abonando plántulas, con tan buena gestión que pasados tres meses, Hernán Lago, su jefe inmediato, la promovió a Supervisora del área.

“Yo le dije a mi patrón que no era ni bachiller, que no estaba preparada, pero me dijo: “ha demostrado que hace bien la labor. Es capaz, yo le enseño”, y él me sacó de obrera y empezó a formarme para supervisar la silvicultura”, explica Grimanesa.

Para entonces fueron 15 las mujeres vinculadas al campo, al paso de un mes la cifra ascendió a 45; sin embargo, y al correr del tiempo Grimanesa fue quedándose sola “bendita entre los hombres”, atesorando información y conocimientos valiosos para el salto que llegó en 1997, cuando pasó al área de cosecha, ámbito en el que se desenvuelve desde entonces.

Fue Cartón de Colombia –en una labor formadora que complementaron posteriormente, las empresas prestadoras de servicios forestales– la encargada de instruirla en el riesgoso trabajo en campo a través de un programa de capacitación que le impartieron durante varias semanas junto a 10 compañeros que aspiraban a ser motosierristas.

“Debía ponerme los implementos del motosierrista y cortar los árboles” y así lo hice hasta que, finalmente, me quedé supervisando”. Realizando esa tarea trabajó en las fincas San Martín (1998) y en La Sirena y La Americana (en 1999) hasta parar hoy en Buenos Aires, donde servirá hasta finales de este año cuando la asignen a un nuevo terreno.

El día a día

Desde la ubicación de cada trabajador en campo hasta el transporte de la madera desde la finca hacia los centros de transformación, son fases coordinadas por Grimanesa.

La rutina ahora es la misma de lunes a sábado. A las 6:00 a.m. se enfunda en su overol, se amarra las botas industriales, se acomoda el casco azul, espera a su equipo de trabajo para desayunar y realiza, luego, la reunión de inicio en la que les informa –previa organización– el detallado plan de trabajo del día con las actividades que realizará cada miembro, los camiones que recibirán, hasta las horas que laborará el personal.

Después, en su recorrido por las 174 hectáreas de Buenos Aires –un terreno que conoce como la palma de su mano porque asistió el parcelamiento y trazado para la siembra de los eucaliptos que allí crecen para pulpa con destino a cartón y papel– supervisa la operación de los tres frentes de trabajo, los tres equipos de mecanizado, los dos equipos de evacuación y cargue, y de las tres torres de extracción de alta productividad, cada una con su respectiva unidad de trabajo.

“Las torres Koller 303 sacan, cada una, entre 1.250 y 1.300 toneladas de madera al mes, mientras la torre Koller 300 saca unas mil toneladas. Los motosierristas son los encargados de cortar los arboles de 30 metros de altura y entregar trozas de 1.80 metros de largo; luego se descorteza con machete. Entra un trineumático y carga camiones sencillos y sacamos la madera a patios alternos donde llegan las tractomulas a recoger y transportar la madera”, esa es la operación que coordino”, explica Grimanesa.

Ella también recibe a quienes llegan del Centro de Capacitación forestal Alto Potreros (1), ubicado en Santa Rosa de Cabal, a trabajar en la finca y “pule” sobre la marcha las destrezas de los operarios novatos impartiéndoles una capacitación que incluye prácticas con motosierra y cables en cada frente de trabajo.

Se encarga esencialmente de que el personal haga bien su trabajo, de que las herramientas utilizadas estén en buen estado y, en especial, del cumplimiento de las medidas de seguridad pertinentes, según el reglamento, tema que la ocupa y la preocupa porque sabe que las labores de cosecha forestal, son peligrosas.

“Los carretos y los cables para la extracción de la madera, son equipos que generan tensión, si se revienta uno o la madera golpea a alguien el peligro es muy grande. Yo estoy en la obligación de notar los riesgos que pueden sufrir los trabajadores en el día a día, de prevenirlos, y de eso les hablo en la reunión de inicio. Todo lo monitoreo a través de una lista de chequeo que hago para cada uno, en la que se relaciona y se reporta este aspecto, además de los comportamientos y los rendimientos”.

En efecto, es la responsable de registrar los índices de productividad: las toneladas de madera cosechadas, las horas de trabajo cumplidas, los tiempos perdidos; y según su mapa de riesgo, también de ubica en campo a cada uno de los obreros para, de igual manera, diseñar e implementar el plan de emergencia que exige la empresa.

Ella también selecciona, cuidadosamente, el personal que le acompañará durante cada operación y lo hace con base en las características físicas y sicológicas que –en sus 17 años de experiencia, capacitando y evaluando– ha notado, deben cumplir quienes se enfilen en la cosecha forestal.

“Para el caso de los motosierristas, no pueden ser muy altos porque los árboles se talan bajos; de ahí que la estatura promedio de ellos esté entre los 1.60 y 1.70 metros. Deben ser personas calmadas pero despiertas y activas, que se mantengan concentrados en su actividad porque entre las actividades de campo, esa es de las más peligrosas”, afirma.

En general, el cuidado estricto de la operación y de cada uno de sus subalternos es la consigna de Grimanesa para que, tal y como lo exige la empresa, obtengan “madera sin sangre”; madera libre de accidentes que pongan en riesgo la vida de los trabajadores, la permanencia de la empresa y la confianza del sector.

A los ojos de otros

 

Sobre el trato que durante estos largos años de ejercicio ha recibido por parte de sus compañeros de operaciones, señala que desde su primer trabajo siempre fue bien acogida, que nunca se sintió intimidada o relegada por su condición de mujer aunque también advierte que “debió ser” porque para ella, trabajar entre hombres nunca fue un problema.

El ser una mujer que se ha dado a respetar y que, a la vez ha ofrecido confianza, ha puesto una distancia sana entre ella y sus subalternos y le ha permitido conservar autoridad. Y es que la autoridad impartida por una mujer, producto de sus conocimientos, y no por imposición, tiene gran valor en los ambientes donde aspectos como la fuerza física –propia de la masculinidad– es reconocida como una gran ventaja para la competencia.

Como “una familia” califica Grimanesa al equipo de trabajo que lidera y con el que comparte seis, de los siete días de la semana.

Sus fortalezas femeninas aplicada al trabajo están concentradas en su gran resistencia para las largas caminatas, para organizar con eficiencia el trabajo de su equipo, para administrar los recursos y el tiempo, para dormir poco y ser puntual, para dar ejemplo –por que “si uno cumple, ellos también cumplen”–, y para ver desde la óptica de mujer, con exigencia pero con consideración, el arduo trabajo que realizan los obreros.

“El personal pasa todo por la mano mía y los muchachos me dicen que trabajan mejor conmigo que con los supervisores hombres. A veces sucede que les choca más si los dirige un hombre que yo, como mujer, por eso lo que les digo lo acogen siempre de buena forma y se adaptan”.

Leonardo Escobar, Ingeniero Forestal Operativo de Exfor y el “puente” de comunicación entre Grimanesa y Smurfit Kappa afirma que, en efecto, ella ha logrado de los obreros y de los supervisores esa complicada fórmula –cuando se lleva el título de jefe– de cariño y respeto permanentes e inalterables a través de los años.

“Quiere a sus trabajadores; tiene carisma porque, más que mandar, sabe pedir lo que quiere; ama su trabajo; es celosa con él; le gusta lo que hace y la gente le copia sin perder el respeto; es como una eminencia en lo forestal y, además, es una gran persona y amiga”, asegura el ingeniero Escobar.

Esta lectura la comparten quienes han trabajado con ella para sacar a delante causas comunes, y quienes, diariamente reciben sus instrucciones y han aprendido a ver en ella mucho más que una supervisora.

“Es una gran virtud entender a tantas personas que tiene a su cargo, tan diferentes, y ella lo hace, tiene carisma con la gente; además de ser práctica y muy profesional en lo técnico por los muchos años que lleva en la labor”, afirma Ubeimar Eli Franco, motosierrista que trabaja con Grimanesa hace más de diez años.

Al preguntarle a Ubeimar sobre la sensación de ser dirigido por una mujer, señala que: “aunque existe cierto machismo en el gremio –por la manera como nos habla, por su manera de guiar y el acompañamiento que hace a quienes entran nuevos, y que vemos todos– si existe algún tipo de prevención por ser mujer, con el tiempo cambia y uno le va cogiendo cariño y respeto”.

Augusto Martínez Solarte, descortezador, y uno de los obreros líderes del grupo, señala que es a Grimanesa a quien le debe lo que sabe; en parte, lo que ahora gana; y en lo técnico y lo humano, lo que aplica en campo.

“Hace 15 años la distingo. El primer día que entré a descortezar fue quien me capacitó, me enseñó a manejar la madera y los equipos, y desde entonces busco quedar con ella cuando me cambian de finca –como lo hacen otros trabajadores– porque uno que llega al punto a trabajar, no hay pérdidas de tiempo; si un lote no se puede hacer, busca la manera de aprovecharlo o nos ubica en otros y eso es importante porque –a diferencia del personal de máquinas– los demás no ganamos por sueldo o día, trabajamos a producción y su supervisión nos asegura ingreso permanente”.

Martínez también destaca el buen trato que Grimanesa brinda al personal, su rigurosidad en el cumplimiento de los reglamentos y por ende, en el trabajo de cada obrero. “Aquí todo el mundo la hace respetar aunque ella es autónoma en decir quien le cumple, quien le sirve y se queda, a quien le da la oportunidad y a quién no, y la empresa la respalda; por eso hay que responderle muy bien porque es exigente y sabemos que lo que ella dice, se hace”, asegura Martínez.

El ingeniero Escobar asegura que los frentes liderados por Grimanesa se destacan por estar siempre limpios, bien estructurados y organizados, “son para mostrar”, y que pasan sin problema las estrictas auditorías internas de los funcionarios de Smurfit Kappa en tiempos, como los de ahora, por ejemplo, en que aplican visitas a los lotes y fincas en Santa Rosa, Pereira y Quindío, que cosechan y que aspiran a certificarse.

Señala Escobar que el “éxito” de “Grima (como la llama) puede radicar en su alto sentido de la responsabilidad que le ha mantenido activa porque, es notorio, “no le gusta faltar al trabajo”. Sus cortos periodos de descanso han sido obligados por sus vacaciones o por licencias en casos necesarios o extremos como su maternidad o por el reciente accidente que sufrió su padre y que la mantuvo al margen de la empresa durante un mes; una de las más más larga en todos sus años de servicio.

“Independiente del problema que tenga, me hace falta el trabajo, las personas; esta es la familia de uno en el día, y del día a día”, afirma Grimanesa.

Como el 90 % de quienes comparten espacio laboral con ella, está orgullosa de su herencia; piensa que haber nacido, ser criada y formada en campo le dio las herramientas para realizar, con resistencia, su oficio; uno, que sabe, no es para cualquiera pues “no todas las mujeres son para trabajar al sol y al agua” como le toca a ella. Finalmente en la actividad forestal los trabajos desempeñados por mujeres han estado asociados con otras áreas mucho más cómodas.

Fin de la jornada

En su memoria, al preguntar por sus anécdotas laborales, aparecen muchas que guarda en silencio y solo atina a afirmar que más allá de las vivencias de campo, sus principales “aventuras” han sido sostener siempre a su familia –padres e hijo– con un único trabajo que conservó a fuerza de constancia y fidelidad; y de capacitar a otros en un oficio que ha sido su vida.

“Este es un trabajo duro pero muy bonito porque uno tiene siempre que cuidar, llevar a los trabajadores de la mano porque cuando llega una persona nueva aquí, es como cuando llega un niño a la escuela, a primero, uno tiene la misión de formarlo en lo que le servirá para ganarse la vida; eso es lo mejor de mi trabajo”, afirma.

Por ahora, en sus planes a largo plazo está cumplir los ocho años que aún le faltan para recibir su merecida pensión; y en el corto plazo, alternar el trabajo con el cuidado de su padre que hace unos meses sufrió un accidente; y aprovechar los domingos y cada dos sábados del mes, cuando descansa, para llevar a Emmanuel a piscina, al parque, a comer helado y montar en bicicleta, espacio que él reclama.

“El (Emmanuel) cuenta los días, él sabe que trabajo solo dos sábados en el mes y si me toca un tercer sábado me dice: “¿Cómo así mami, hoy no es día de quedarnos junticos?”. El no cambia a la mamá por nadie aunque otros lo hayan cuidado muy bien y yo no cambio el tiempo con él”, afirma la esforzada mujer que antes que jefe, es madre.

Son las 5:00 pm y Grimanesa se dispone a dejar la finca, toma su moto para viajar a recoger a Emmanuel y disfrutar las pocas horas del día que puede verlo despierto. Debe atender los quehaceres de una mujer que vive sola con su pequeño, que trabaja hasta las 10:00 pm y que debe descansar sus cuatro horas de sueño para, de nuevo, enfundarse en su overol y recorrer Buenos Aires con la misma fuerza y paciencia, que ve crecer los eucaliptos en el campo.

Cita

  1. 1. Ver Revista M&M 88, junio – agosto de 2015. Artículo: Alto Potreros, el primer centro de capacitación forestal del país”.

Destacado: (De ubicación libre en el artículo)

“Los trabajadores cuando son líderes y son muy buenos, están en la cabeza de sus jefes. En el caso de Grimanesa, además de ser una excelente persona, tiene liderazgo, sus frentes de cosecha son muy organizados y de alta productividad. Es una de las mejores supervisaras que tiene Exfor S.A”. Nicolás Guillermo Pombo, gerente de la División Forestal de Smurfit Kappa.

 

 

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