Fachadas en Madera: La Primera Impresión, Cuenta

Redacción M&M

Una edificación gana valor y admiración cuando se expone a los ojos del mundo exterior con una fachada particular; ese es el caso de ciertos inmuebles, alrededor del mundo, que hoy se destacan por su imponente diseño y que han convertido la madera en el material que le otorga elegancia, luminosidad y belleza natural a sus “rostros”.

 “La primera impresión es la que cuenta”, refrán popular muy conveniente para resumir el significado que puede alcanzar el exterior de un simple edificio de oficinas, una casa, un teatro o un polideportivo. Desde afuera, en la calle, un peatón puede hacerse una idea de lo que puede encontrar al interior de una edificación con tan sólo echar un vistazo a su fachada: elegancia, calidez, comodidad, buena distribución, amplitud, ó por el contrario, caos y desorden; todo depende de la impresión que ese primer encuentro, le cause.

La fachada de una edificación es, sin duda, una de las áreas arquitectónicas más importantes a la hora del diseño y construcción; es la primera y única manera que tiene un inmueble de expresar y revelar su esencia interior hacía el exterior, e incluso, de posicionarse dentro de ese grupo de construcciones que persiguen como fines claros: impactar y seducir.

A nivel arquitectónico, la fachada tiene como función expresar el estilo estético al que pertenece la construcción, en justa correspondencia con los elementos estructurales de su interior; de allí que al conjunto de paredes –frontales, traseras, e incluso techos y cubiertas– que en principio sólo sirven como cerramiento de una estructura, los constructores y arquitectos busquen darle vida. Materiales, elementos y formas complementarias se unen para darle un significado: modernidad, vanguardismo, suntuosidad, sustentabilidad o simpleza; todo depende de la función del edificio o de la actividad que en el se adelante.

De la Función al Concepto

Aunque en la antigüedad, la fachada cumplía con el único objetivo de brindar ventilación e iluminación a las construcciones, caso para el cual se abría en ellas, orificios; el desarrollo de nuevos materiales como el vidrio hizo posible que evolucionaran hasta que dicho sistema de perforaciones en el frente fue reemplazado por pequeños marcos de plomo en los que encajaban vitrales, que además eran decorados con dibujos de figuras en tintas de diferentes colores y que aportaban a los “rostros” de las obras, gran valor estético.

De esta época, comprendida entre el siglo XII y XVII, el ejemplo de fachadas más importante es el de las catedrales estilo gótico que aún hoy vive, atractivo, en el ambiente urbanístico en países como Francia, Alemania e Italia y en el que un elemento determinó el estilo: Los vitrales. Su aparición significó la búsqueda de soluciones a nivel estructural: la apertura de un orificio en la fachada obligaba a su pieza superior, el dintel, a soportar una gran carga, lo que impedía hacer ventanales de grandes dimensiones.

La implementación del arco de medio punto (con la forma de un semicírculo), del arco apuntado (compuesto por dos tramos de arco formando un ángulo central ó arco ojival), y del pilar (elemento estructural que soporta las cargas verticales en una edificación), eximieron la funcionalidad de la fachada como muro estructural de carga para convertirla en un componente arquitectónico libre, que ahora se ajusta a necesidades y posibilidades estéticas infinitas.

Con la Revolución Industrial, el inicio del uso masivo del acero en el siglo XIX y del hormigón armado en el XX, y la evolución de la ingeniería de la construcción, se completó el trabajo de liberar la fachada de su dependencia estructural. A través de la fachada libre, concepto propio y desarrollado por los arquitectos del Movimiento Moderno (en arquitectura, los estilos y corrientes estéticas desarrolladas a nivel mundial durante el siglo XX), se hizo relevante el uso de las ventanas corredizas y orificios horizontales; concepto que se perfeccionó en 1946 con la Casa Farnsworth (Illinois, Chicago), diseñada por el arquitecto Mies van der Rohe (Alemania 1886, Estados Unidos, 1969), la cual es actualmente, la máxima representación de la fachada como elemento arquitectónico independiente del resto de la construcción, y como elemento diferenciador de la misma.

En pleno siglo XXI, las fachadas, al igual que las edificaciones, se caracterizan por la precisión con la que los arquitectos y diseñadores buscan rasgos estéticos y estilísticos singulares para proponer y comunicar mensajes particulares y que hagan las obras, fácilmente distintas de otras.

De hecho, de esta intención se deriva un nuevo término, fachada comercial, relacionado con la publicidad y basado en el modelo AIDA (Atención, Interés, Deseo y Acción), en el que ésta se constituye como el componente que debe transmitir una imagen deseada de acuerdo a la función de la edificación; y para ello, la madera es, actualmente, un material altamente apreciado ya que por su esencia se integra al entorno de forma natural, aporta armonía a los espacios y rompe con la propuesta –muchas veces fría y rígida– del acero y el concreto.

Tradición Natural

Gracias a propiedades como aislante térmico y acústico, su fácil manipulación, disponibilidad, resistencia, incuestionable belleza y durabilidad natural en los casos que es correctamente tratada e inmunizada –pues se tiene registro de restos de madera casi intacta, en construcciones que datan del tiempos del imperio romano– la madera ha sido un material constructivo recurrente en la edificación doméstica, especialmente, en el revestimiento de fachadas.

Aspectos como la especie indicada según la intensión estética del proyecto, o el tipo de tratamiento que se debe aplicar al material para alargar su vida útil –según las condiciones ambientales (sol, salinidad, hongos, humedad) a las que se verá expuesta– son vitales en los cálculos y estudios que adelantan los arquitectos que escogen madera para el uso en cuestión y que la destinan principalmente, a la cimentación de fachadas y a levantar edificios de poca altura.

La versatilidad estética de la madera es uno de los aspectos más apreciados del material, no en vano tras su uso, las construcciones ganan en apariencia natural, luminosidad y brillo; en texturas acentuadas gracias al aporte de las vetas, al color, belleza; todas las bondades y fortalezas de la madera se unen para alcanzar el propósito: fachadas impactantes e inolvidables.

Esta es una selección de M&M de las mejores fachadas elaboradas con madera en fusión con otros como el vidrio, el metal o la piedra.

Edificaciones de “Rostro” Natural

Museo de la Madera.

Ubicación: Hyogo, Japón.

Arquitecto: Tadao Ando

Año de construcción: 1993 -1994

La región de Mikatagun es el escenario de este recinto que, como su nombre lo indica, rinde homenaje a la madera y se ha propuesto ser una estrategia ambiental orientada a promover el conocimiento sobre este material y sus aplicaciones. Este santuario es un cono cilíndrico que 46 metros de diámetro que descansa sobre la cima de una montaña.

Tanto la fachada, en forma de bóveda de 18 metros de altura, como el interior de la edificación fueron construidos en madera machihembrada de tal forma, que desde el exterior penetra la luz a los espacios interiores, lo que da como resultado un juego constante entre oscuridad y luminosidad.

Letterbox House. Ágapes

Ubicación: Blairgowrie, Australia.

Arquitecto: Ryan Charles McBride

Año de construcción: 2009

El objetivo del diseño: que su fachada se asemejara a un buzón de correo postal, en un  claro juego de figuras modernista. El frente, construido en madera, en efecto parece un buzón, pero a distancia la construcción se revela como una especie de escultura finamente tallada que permite el disfrute de la luz, el aire, la brisa y el sonido del mar, propios de la ciudad costera en la que se construyó. Por su arquitectura, esta casa recibió los premios Australian Institute of Architects, Victorian Chapter Annual Awards y Award for New Residential Architecture Award en 2005.

La casa en el bosque

Ubicación: Valle de Bravo, México.

Arquitecto: firma Parque Humano

Año de construcción: 2006- 2009

Esta casa, situada en uno de los lugares más bellos de México, se integra de forma sutil a su entorno. Su fachada al estar construida en madera –material que le ayuda a responder a las variaciones climáticas durante el invierno y el verano–, acero, vidrio y barro artesanal, favorece aspectos como la armonía y la comodidad interior. El resultado, todos los espacios están en contacto directo e íntimo con la naturaleza.

Tree House.

Ubicación: Fire Island, Nueva York, Estados Unidos.

Arquitecto: firma Bates Masi.

Madera de ciprés y pino rústica fueron seleccionadas para edificar tanto el interior como exterior de esta casa que, en medio del caos de la gran urbe, se constituye como un lugar  tranquilo para la familia. En su fachada se reservó el espacio para dar prioridad a la madera, y otorgar tan sólo algunos para la disposición de ventanales. Es una de las obras más destacadas del arquitecto Bates Masi.

Chader Cedar House.

Ubicación: Hiroshima, Japón.

Arquitecto: Tetsuya Nakazono para Naf Architect & Design

Año de construcción: 2009

Una evocación de la arquitectura tradicional japonesa pero con un toque de modernidad,  convierten esta casa, en el lugar ideal para vivir. Fabricada en madera de cedro negro, vidrio y yeso; su fachada cubre y protege los  tres niveles y paredes que la componen para darle privacidad, a la vez que se ofrece como un lugar ideal para servir también como terraza.

 

Fuente y Fotografías:

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