Cacerí: Los autodidactas exitosos de la Acacia mangium
En 12 años ha plantado, en el Bajo Cauca, 1450 hectáreas de Acacia y su gran hazaña ha sido no sólo mantener vivas las plantaciones sino –tras un proceso de ensayo y error, de investigación y tesón– haber obtenido de éstas la madera que hoy atrae al mercado y vence la desconfianza que ha existido hacia ella.
La reforestación tiene unas particularidades especiales frente a cualquier otra siembra; entre ellas, que el tiempo de espera para la obtención del producto final está dado en años, que la actividad exige certeza plena y previa sobre qué sembrar y para qué, y que exige prácticas infalibles para asegurar éxito, ganancias para la empresa y permanencia en el negocio.
Estas son algunas de las razones por las que la mayoría de empresas nacionales dedicadas a reforestar prefieren apuestas seguras, plantar especies de las cuales haya certeza sobre su siembra, comportamiento, trabajabilidad, calidad de madera; en resumen, especies con un paquete tecnológico desarrollado, aplicado en el tiempo y con resultados garantizados.
Pero también existen empresas quese han aventurado a trabajar terrenos arriesgados, inexplorados y le abren camino a especies forestales tan pioneras como ellas. Este es el caso de Cacerí, una empresa antioqueña que decidió iniciar la ruta de la Acacia mangium –muy aprovechada en Asia, prácticamente desconocidaen América y de reputación en proceso de construcción en Colombia– y que ha logrado conformar en torno a ella un modelo de negocio promisorio.
Cacerí se erige hoy como una destacada empresa de esquema asociativo que, tras emprender su actividad forestal en Caucasia (Bajo Cauca) ha logrado la siembra, cosecha y transformación exitosa de Acacia; que ha servido de modelo para otros proyectos nacientes o ya establecidos sin éxito en distintas zonas del país, y que superó los muchos retos que su especie elegida le impuso en lo productivo y en lo comercial.
Sobre la conformación de esta compañía que hoy emplea directamente a más de ochenta personas casi todas de la zona, entre administrativos, viveristas, podadores y cosechadores; sobre sus gestas en materia de investigaciones silvicuturales y valiosos resultados forestales e industriales; sobre sus ensayos, descubrimientos y los proyectos que hoy tienen a esta reforestadora como una empresa líder en Acacia mangium en Colombia y Latinoamérica trata el siguiente texto.
La gran apuesta a lo desconocido
Cacerí es uno de los pocos modelos forestales nacionales de iniciativa privada que agrupa un número importante de socios, 300 actualmente. Nació en el departamento de Antioquia, en el año 2000 luego de la asociación de 14 amigos empresarios dedicados, cada uno, a diferentes oficios y negocios pero que buscaban emprender, en conjunto, uno de largo plazo y de proyección en el agro; luego de recibir asesorías y estudiar posibilidades fue la reforestación la que convenció al colectivo.
Superando el temor a los problemas de orden público que para entonces registraba el Bajo Cauca –dedicado tradicionalmente a la minería y la ganadería extensiva– decidieron comprar 350 hectáreas en Caucasia (Antioquia) y realizar entre el año 2000 y el 2004, un piloto con diferentes especies nativas como Roble, Algarrobo, Piñón de oreja, Tolúa y otras introducidas como Teca y Acacia mangium.
“Cacerí sembró maderas nativas comercialmente atractivas pero que no se comportaron bien en monocultivo, entonces el resultado no fue positivo”, cuenta el Ingeniero Forestal Juan Esteban Giraldo, gerente de Proyectos de la compañía.
“Disfrutábamos aprendiendo de la especie, sembrábamos diferentes densidades y
las evaluamos volumétricamente a través de un sistema para medir qué operación
estaba siendo más rentable para el negocio”. Juan Esteban Giraldo.
Para el año 2005, el balance de la actividad desarrollada hasta entonces –según una consultoría forestal contratada por Cacerí– arrojaba que de las 300 hectáreas sembradas sólo las dos de Acacia permanecían, que su adaptación al terreno no sólo era exitosa sino promisoria y que podía ser la especie sobre la cual basar definitivamente el negocio forestal.
En efecto, los resultados llevaron a la empresa a hallar una interesante oportunidad de negocio con la enigmática especie de la que había poco conocimiento nacional, aunque eso también le representaba el inicio de un largo camino de revelaciones, pruebas e inversiones. “Investigamos durante seis meses a la especie en el mundo y encontramos que en el sudoeste asiático –Indonesia, Malasia, parte de Vietnam–
existen grandes bosques nativos e importantes plantaciones para producción de papel, que aunque no se aprovechaba a gran escala como madera de aserrío, sí tenía usos en la fabricación de chapa, pisos y hasta muebles; encontramos que la Acacia mangium es tan apreciada en Asia por la versatilidad de sus usos, como lo es el pino en Occidente”, explica Juan Esteban Giraldo.
A partir de las indagaciones (1) –considerando las ventajas que ofrecía el Bajo Cauca como polo potencial forestal, con vías de acceso óptimas, servicios públicos, una ubicación estratégica entre la salida a puertos del Caribe y el ingreso al interior del país, y encontrando que las condiciones bioclimáticas en Asia eran similares a las de su zona estimada para siembra: mismo tipo de acidez del suelo, precipitaciones, regímenes climáticos, altitud– la empresa inició los primeros pilotos entre los años 2006 y 2007, después de la compra de nuevas tierras que sumaron a las iniciales (2).
Vale señalar que entre el 2006 y hasta el 2012 la reforestadora antioqueña compró y sembró tierras hasta sumar 1980 hectáreas de las cuales 1450 destinó a plantaciones y al menos 300 hectáreas las conservó como bosque natural.
“Somos autodidactas. En el caso nuestro nos tocó hacer la escuela de la Acacia, eso hace que se limiten otras inversiones en nuevas especies, pero también que alcancemos la especificidad necesaria para ser los mejores con la especie”, Cacerí.
Los estigmas
Sin embargo, los accionistas de Cacerí comprendieron que el negocio no se limitaba a la siembra y a la captación de recursos para recapitalizar y garantizar la continuidad de las operaciones; comprendieron que antes de alcanzar el estatus de “pioneros” en ella debían iniciar el trabajo técnico de “conocer” la especie e investigar sobre su manejo y uso.
En América, y particularmente en Colombia, la Acacia mangium había sido una especie de retos y mitos. Así lo asumió Cacerí cuando decidió abordarla, adelantar la primera cosecha en 2015 y convertir los estigmas que pesaban sobre ella –por proyectos fallidos en países como Brasil y Costa Rica en condiciones de suelos similares a las de los nacionales– en propósito de investigación y desarrollo.
En este sentido explica Juan Esteban Giraldo que de ella se creía que sus plantaciones sufrían muerte masiva antes de la cosecha. Al respecto, Cacerí se dedicó a investigar los sitios que habían registrado esas situaciones y encontró varias explicaciones para los decesos.
Inicialmente pudo determinar que el contexto ecológico y biológico de las áreas donde se habían establecido muchas de las plantaciones no correspondía a las necesidades de la especie para su adaptación.
“La Acacia es fuerte pero también muy susceptible en unos aspectos, y en ese caso –como sucede con cualquier otra especie– el reforestador debe entenderla y entender su entorno, darle las condiciones para que pueda explotar su potencial. La reforestación exitosa nace del “buen matrimonio” entre el área geográfica y la especie, pero esa idea no se entendía en el país; el ejercicio con Acacia demostró la eficiencia de las elecciones correctas”, afirma Juan Esteban Giraldo.
Es así que, por ejemplo, se habían establecido plantaciones en zonas secas en el Bajo Magdalena, con regímenes de precipitaciones por debajo de los 800 milímetros cuando la Acacia requiere –para un buen desarrollo– un mínimo de 1.500 milímetros y bien distribuidos en el tiempo, pues es ideal que no soporte sequías mayores a tres meses. Sin existir garantías biológicas para el crecimiento, en efecto, a los cuatro años morían los árboles.
Paralelo, estaba la creencia popular de que la especie sufría “muerte temprana y masiva” a corta edad, hecho atribuible a su protagónica condición de “especie pionera”; es decir, ser de las primeras en aparecer y crecer en sitios y en circunstancias difíciles, en los claros del bosque, luego de talas severas, en potreros a pleno sol o en zonas devastadas. En realidad, la gran mayoría de las especies son secundarias, necesitan de una primera sombra para nacer y conformar la sucesión forestal. Las pioneras –cuya función ecológica está determinada por su ADN– crecen, luchan contra el medio hostil, generan condiciones favorables de sombra y microclima, envejecen pronto y mueren para asegurar posibilidades a las especies que surgen bajo ellas de crecer también.
Es por su naturaleza de súper pionera que la Acacia mangium posee un ciclo corto de vida y si a ello se suman las difíciles condiciones de un cultivo que debe afrontar en suelos casi siempre pobres de nutrientes, padeciendo estrés hídrico y exceso de competencia por una falta de manejo silvicultural, su ciclo de vida se acorta severamente; de ahí la importancia para los reforestadores de conocer la especie, su comportamiento en el cultivo y ajustar los turnos de aprovechamiento para evitar “sorpresas” de último momento.
“El reforestador debe actuar en función del árbol que está sembrando. Sin conocimiento sobre la especie, muchos establecían que la Acacia debía cosecharse a los 15 años cuando el árbol estaba muriendo. Nosotros hallamos en investigaciones adelantadas con la Universidad Nacional que el punto óptimo de crecimiento y aprovechamiento para obtener madera de calidad está entre los 10 y los 12 años”, asegura Juan Esteban.
Lo anterior, explica Cacerí, representa un potencial forestal importante pues la Acacia entrega madera antes que otras especies y con las mismas características de dureza, flexión estática y densidad de un árbol de Teca de 25 años o un Flor Morado de mínimo veinte años en regeneración natural. De otro lado, sobre la especie pesaban otros mitos asociados con enfermedades causadas por hongos supuestamente “autoproducidos” por ella, con el volcamiento de los árboles a razón de un sistema radicular superficial, con la creencia de su capacidad de “autopodarse”, con los tiempos de entresacas, y con las densidades de
siembra.
Madera Cacerí.
Estas premisas fueron investigadas por Cacerí –con apoyo de profesionales expertos, colombianos y extranjeros– para desmitificarlas a través de indagaciones científicas, de una particular tecnología de preparación del terreno para la siembra, de prácticas silviculturales de precisión, de protocolos para la preservación de semillas y con podas y entresacas oportunas; así logró la empresa, en la mayoría de los casos, control, manejo y prevención.
De hecho, referente a los viveros, Caceri optó por montar semipermanentes, provistos de tecnología de riego, fertilización y estrictos controles en la asepsia para evitar posibles ataques de hongos, además de haber sido establecidos con semillas seleccionadas y de proveedores seleccionados, y puestos a evaluación de patólogos para controles y prevenciones de plagas (3). Las batallas de Cacerí para establecer el paquete tecnológico de su cultivo sirvió para echar por tierra los mitos sobre la Acacia, para terminar con la idea popular de que podía crecer en cualquier parte y de cualquier manera, que podía ser sembrada con recursos del CIF sin mayor inversión, y despejar los “nubarrones” que velaban la realidad de su potencial; para sembrarla y cosecharla con éxito y por ende, abrirle paso en el mercado nacional.
“No se escatimó en inversión para la investigación, hecho que fue básico para lograr no sólo eficiencia en campo a través de siembras escalonadas en las que considerábamos cada lote como un nuevo sitio de experimentación para aplicar lo aprendido en los anteriores –con una resultante mejora de la calidad de los nuevos cultivos–, sino para alcanzar nuevos eslabones en la cadena productiva de la industria de la madera”, asegura el Ingeniero Giraldo.
La racionalización de la inversión
“De bajo costo y de alta adaptabilidad”, esa podría ser la definición de las inversiones realizadas por la empresa –estimadas en seis millones de pesos por hectárea y aplicadas a los costos directos del establecimiento y manejo de las plantaciones y a la investigación forestal– pues han consistido en ajustes especiales a los equipos de transformación y en procedimientos silviculturales para lograr los resultados y rendimientos esperados en esta especie de comportamientos “rebeldes”.
Por ejemplo, para el aserrado y frente a los comentarios que era una madera que se “rajaba” con facilidad y frecuencia, la reforestadora antioqueña logró determinar –investigando y comparando casos industriales exitosos del tratamiento de otras maderas difíciles, como el Eucalipto, en Brasil y Uruguay– las causas de esas realidades y aminorar las consecuencias. Establecieron que producto del rápido crecimiento del árbol, la madera tiende a presentar altas tensiones internas y por ello, a abrirse en el primer corte; un problema que resolvió la compañía empleando un aserrío que adaptaron y modificaron técnicamente para las condiciones de la especie.
De otro lado, referente al secado, Cacerí pudo determinar que la especie –difícil en comparación con otras por sus altos contenidos de humedad, sus fibras y grano de conformación cruzada y sus poros cerrados, de difícil dilatación– necesitaba cámaras con dispositivos especiales de secado. Las instalaron y así alcanzaron una curva con una probabilidad de éxito superior al 96 % utilizando equipos de última tecnología, bien calibrados a las condiciones de la especial madera.
Salvados los interrogantes del procesamiento, a partir de 2015 y luego de un año dedicado a la instalación de la planta y con una tímida producción y ventas, Cacerí logró un proceso técnico que le permitió garantizar a industriales, arquitectos y constructores una madera de excelente comportamiento, tanto en interior como en exteriores, y en ese punto comenzó su proceso comercial de expansión.
El Matorral, un edificio de cinco plantas que se levanta como un “oasis en medio de Medellín”, construido por ALH Taller y premiado en la XXV Bienal colombiana de arquitectura y urbanismo, exhibe en su interior madera Cacerí.
El reto del posicionamiento y la venta
En el crecimiento corporativo que afianzó en el tiempo con sus investigaciones forestales, otro de los grandes retos que debió superar la compañía fue la apertura de mercado para sus productos, cuando éste inicialmente mostró resistencia a considerar la madera de Acacia para cualquier uso. “Investigamos las posibilidades comerciales y notamos que pocos industriales la demandaban, o cuando la presentábamos, la gente decía: “no la conozco, me han hablado mal de ella o mi experiencia con ella es mala” porque la habían aprovechado sin la tecnología adecuada; entonces, cuando pensamos que todo estaba resuelto en lo forestal, aparecieron las dificultades en lo comercial”, cuenta Juan Esteban Giraldo.
El ruido externo –como sucede con todo lo nuevo o desconocido– ciertamente complicó la labor comercial pero Cacerí había hecho el trabajo para ofrecer una madera atractiva y de alta calidad, capaz de ser una alternativa frente a las maderas nativas y competir abiertamente con ellas.
Y ha logrado el propósito, hoy su capacidad instalada de secado supera los 500 metros cúbicos, tiene una capacidad operativa, en planta, de 350 metros cúbicos de madera seca al mes; y prácticamente vende todo lo que produce aunque puede responder a picos mayores de demanda. No mantienen inventarios altos de producto pero su gran apuesta es ampliar el mercado de consumidores. El trabajo de la compañía hoy está evidenciado en dos líneas de productos a disposición del mercado: tableros alistonados en madera maciza para proyectos de alta innovación –como alternativa para uso en construcción y fabricación de muebles, entre otros–, y madera en listones para instalaciones, tipo pisos, decks, pérgolas y revestimientos.
Los productos –representados en unos 210 m³ de madera mensual– están hoy disponibles para arquitectos, diseñadores, constructores y carpinteros en todo el país gracias a la labor de comercialización que realiza la empresa a través –entre otros– de los tres mayores distribuidores en el país, y con un buen índice de demanda a razón de la belleza de la madera. “Hemos registrado incrementos progresivos en los pedidos desde que iniciamos la apertura de mercado. Los distribuidores no los concretamos simultáneamente, a la aparición de cada uno se iban sumando más, y así hemos tenido nuevos distribuidores y nuevos compradores que quieren nuestra madera porque la encuentran atractiva para sus proyectos”, asegura Juan Esteban Giraldo.
No en vano en 2016 la madera de Cacerí se hizo presente en el interior del Edificio El Matorral, un proyecto de la firma antioqueña ALH Taller de arquitectura, ganador de la XXV Bienal colombiana de Arquitectura y Urbanismo de ese año en la categoría ‘Hábitat y vivienda colectiva’.
Cacerí y la comunidad
Cacerí ha entablado una relación de apoyo mutuo con la comunidad donde ha establecido su proyecto y a través de la cual se han beneficiado las partes. La fuerza laboral, contratada directamente por la empresa, es toda natural del Bajo Cauca, una región que registró durante años delicados problemas de orden público y una fuerte actividad ilegal en materia de oferta de empleo asociada a la minería ilegal y
el narcotráfico.
Desde la consolidación del proyecto forestalde Cacerí en la zona –y de otros adelantados por distintas empresas reforestadoras– han surgido desde hace aproximadamente 10 años, numerosos grupos de personas capacitadas en tareas forestales lo que ha cambiado de paso su vocación rural.
Adicional, la reforestadora antioqueña adelanta varios proyectos, entre ellos, gestiona el certificado FSC para su madera y está adelantando el programa de compensaciones de gases de efecto invernadero para sus plantaciones, complementos en la condición de legalidad que respalda la venta de la materia prima; a la vez que se prepara para proveer con su madera Cacerí uno de los proyectos arquitectónicos más importantes que se adelantan hoy en el país: La Serrezuela, en Cartagena.
“Más que un modelo exitoso con Acacia somos un modelo de trabajo basado en el esfuerzo y la dedicación técnica de muchas personas que han conformado nuestro equipo. Sabemos que falta bastante por hacer, pero podemos medir nuestro éxito en saber nuestras plantaciones conformadas, con árboles vivos, entregando buena madera a los principales distribuidores del país, y con un mercado que la acepta y la aprecia.
Cita:
1. Señala Juan Esteban Giraldo que encontró en sus indagaciones que Corantioquia había sembrado Acacia en el Bajo Cauca –entre 1995 y 1997– con fines ambientales para
recuperar los suelos degradados por minería, plantaciones que para el año 2005 ya cumplían 10 años y que algunos individuos presentaban diámetros y alturas interesantes a pesar de los suelos degradados.
2. Cacerí estableció en sus predios del Bajo Cauca, seis sectores forestales y concentró en ellos los recursos para formular su proyectoindustrial.
3. Vale señalar que las semillas de Acacia las adquirió Cacerí en Colombia antes de que esta empresa –gracias a sus solicitudes ytrámites ante el Instituto Colombiano Agropecuario ICA de aquel tiempo– abriera el camino a la importación y comercio de este material genético al país pues, para entonces, estaban cerradas las fronteras para su ingreso extranjero. “Hoy cualquier persona que quiera traer semilla importada de Acacia mangium puede hacerlo, con la gran ayuda y gestión de Fedemaderas. Vale anotar que pese a que en Colombia existe buen material genético de Acacia, parte de los problemas denunciados por silvicultores inexpertos con esa especie obedecieron a prácticas de manipulaciones erradas o por irresponsabilidad de muchas de las empresas encargadas de comercializar las semillas.
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