Tomás García Martínez: “La Expresión de la Constancia”

Alexandra Colorado Castro

Periodista M&M

Su historia trae a la memoria, las de hombres nacidos en pueblos minados por el infortunio, la guerra o el hambre, pero cuyo tesón les permitió recuperar no sólo sus vidas sino la honra y el futuro de sus empresas, familias y naciones.

Esta es parte de las vivencias de un trabajador incansable que logró convencer con sobrados argumentos a tres generaciones de colombianos de llevar su obra al corazón de sus hogares; que materializó su sueño y le puso como apellidos calidad y servicio; y supo convertir las vicisitudes en oportunidades; su nombre, Tomás García Martínez, fundador y alma de Muebles El Cid.

Bajo su dirección creció una de las empresas más queridas y tradicionales de la escena comercial del mueble en Colombia porque –aunque su centro de operaciones siempre fue Bogotá– movilizó sus creaciones a distintas regiones del país; atendió cientos de clientes a través de distribuidores en las ciudades capitales más importantes y convocó a sus siete salas de venta directa a millones de compradores de todos los rincones de Colombia, Venezuela, Centroamérica y EE.UU.

Como hombre de negocios consolidó uno de los slogan más sonados en la radio “La expresión de la madera”, se hizo a un área de operaciones que sumaba más de 15.000 metros cuadrados, adquirió la maquinaria para la elaboración de muebles más desarrollada de su tiempo, y alcanzó en su compañía altos volúmenes de producción con un 70 por ciento de su capacidad instalada.

Sin embargo, la buena fortuna dio un viraje y tal como sucedió con los grandes imperios antiguos, sus años de esfuerzo colapsaron tras un fuerte sismo. El niño humilde que se hizo gran industrial a fuerza de un duro aprendizaje y de manipular cientos de piezas de madera por más de 40 años, debió exhibir su espíritu “ario” para reinventarse y dejarle al sector y a la historia empresarial nacional, una magnífica enseñanza de vida que aquí repasaremos.

Tiempos de ‘Viruta’

Cuenta el protagonista que el vertiginoso tren que avanzaba con más de 11.000 piezas producidas al mes; 200 empleados operando la mejor tecnología existente para la fabricación de muebles; y un crecimiento nacional constante logrado durante más de cinco décadas, cesó en el año 2004.

“Empecé mi vida laboral como ayudante de carpintería a los 10 años de edad y poco a poco me apasioné por el oficio. A la edad de 17 años, ya tenía mi propio taller con ocho trabajadores. En esa época tuve que dejarme la barba porque cuando iba a visitar un cliente, no me creían que tenía mi propio taller.

“Producto de mi primer matrimonio, tuve cinco hijos. En el año 1968 la empresa estaba en crecimiento y la volví sociedad limitada e hice socios a mi esposa y a mis hijos, cuyas edades estaban entre 2 y 11 años; yo deje para mí el 20 por ciento de las acciones. Con el paso de los años, la empresa creció y poco a poco mis hijos ingresaron laboralmente a la misma”.

Infortunadamente, narra don Tomás, sus hijos no sentían la misma pasión por el negocio y sin embargo, cuando creyeron sentirse capacitados para manejarlo, él debió, forzosamente, dar un paso al costado para la llegada de la nueva generación de administradores. Finalmente, la falta de conocimientos y experiencia de la nueva “batuta”, sumada al pago de una nómina alta, prestaciones cuantiosas y bancos que suspendieron su financiación, “pasaron factura”.

Durante los tres años siguientes, la empresa lidió con una fuerte crisis económica viéndose obligada a cerrar sus siete almacenes en Bogotá lo que frenó varios procesos internos básicos. Muebles El Cid debió entonces vender sus activos representados en maquinaria y equipos –muchos de última generación y algunos, incluso, inexistentes en otras compañías nacionales de muebles– para cubrir los pagos y los altos honorarios de los liquidadores.

Desde sus inicios en la actividad industrial, la innovación tecnológica fue una inquietud constante para don Tomás, que ciertamente encontró en ella, un camino seguro al éxito.

Se dio entonces que empresa y fundador, iniciaron un camino difícil pero por separado: mientras la primera avanzaba hacía su liquidación, que concluyó finalmente en 2011; don Tomás trabajaba en la reconstrucción de su vida y su patrimonio arrancando casi de cero. La época de las bonanzas se detenía y el tiempo de prueba llegaba para medir en la vida de don Tomás, convicciones, fuerzas, amigos y lealtades.

“Desde finales de 2004 y durante casi seis años estuve tocando puertas y fue difícil porque quedé sin recursos económicos, ni salarios, ni prestaciones; tenía algunas propiedades pero mis ingresos eran los de nómina y cuando en mi antigua empresa me dijeron “se va”, me fui sin nada. Fue quizás el año más doloroso de mi vida laboral”.

Con la convicción de mantenerse ligado al mundo del mueble –familiar para él desde los 10 años cuando se inició como aprendiz en una carpintería– don Tomás recurrió a los gerentes de los bancos que lo conocían, logró un préstamo, y montó –en un lote que tomó en arriendo, ubicado en el Sur de Bogotá– un taller cuya adaptación le demandó seis meses.

El consagrado industrial junto a un empleado, produjeron los primeros muebles de la “otra” empresa –como don Tomás llama a la ‘Muebles El Cid’ antes de la liquidación– en un proceso que remontó al veterano empresario a los primeros años de su oficio.

“Al principio todo lo hacía yo, pero después, con el paso de los años y el crecimiento de la empresa, comencé a delegar y no volví a construir un mueble directamente. Yo los diseñaba, pero su producción estaba a cargo de una gran infraestructura que tenía la empresa. Tuve que volver a comenzar, volver a cotizar, comprar, a trabajar las máquinas, me accidenté varias veces; pero lo más más doloroso en realidad fue notar que ninguna de las personas que me conocieron me dio la mano; incluso, algunos proveedores conocidos, me cobraban 20 o 30 por ciento de más por vender a crédito. Fue una gran lección, dolorosa pero buena; finalmente aprendí de nuevo”.

Con la premura de las obligaciones bancarias, con la necesidad de cubrir préstamos de particulares, y con todas las aristas que afloran con las crisis, finalmente, en 2005, con gran esfuerzo, don Tomás logró amoblar un local, en Santa María del Lago (Bogotá), que llamó ‘Muebles Thomas’.

Las piezas ‘Thomas’ no causan el impacto esperado por su dueño, pues “el mercado conocía a Muebles El Cid, pero no a Tomás García”; sin embargo, comprobó que el trabajo esforzado durante años para consolidar estilo y calidad en la memoria de los clientes fue efectivo: ellos reconocían los rasgos característicos del diseño de los productos de la “otra” empresa y terminaban comprándolos; como en los buenos tiempos aunque en menor volumen.

La Madera “Vuelve a Expresarse”  

El Cid, durante 40 años se mantuvo como “La expresión de la madera”, de la tradición y el crecimiento

Concluido el traumático proceso de liquidación de la “otra” empresa, y repartidos los recursos resultantes de la venta de los bienes entre los socios, incluido don Tomás, el proyecto del perseverante empresario encontró respiro después de cuatro años de afujías; era hora de comprar materias primas de contado, sanear cuentas y asegurarse el estratégico local que le correspondió pero cuya situación legal hacía imposible su tenencia inmediata.

“Sobre el local –ubicado en la Avenida 1 de mayo– pesaba una deuda de 500 millones de pesos por concepto del pago de honorarios a los abogados que me representaron durante el proceso de liquidación de la empresa. Después de lograr un arreglo de pago con ellos, fue necesario reunir el dinero para salvar el local de los saqueos que sufrió durante los cinco años que estuvo cerrado. Finalmente lo abrimos en 2011 y fue el que nos dio la mano”.

En efecto –y previa adquisición de la marca ‘Muebles El Cid’– su antiguo y ahora nuevo dueño de la marca, a través de avisos de prensa, anunció su regreso. Acondicionó un nuevo terreno para montar su fábrica, y comenzó una nueva gesta: La compra de maquinaria a la altura de sus aspiraciones industriales que, como siempre, eran grandes y ambiciosas.

Hoy don Tomás, desde un nuevo espacio productivo –mucho más modesto que el de años atrás pero con un espíritu de lucha fortalecido – busca recuperar los mercados que ganó con sobrados méritos a fuerza de calidad y buen servicio

Inicialmente compró equipos de segunda y en regular estado que aunque útiles, le generaron más que retrasos, grandes frustraciones pues “es duro conocer la tecnología, saber dónde está y no poder tenerla ni usarla”, se lamenta, nostálgico, don Tomás.

Tras la inyección de capital, vino un cuidadoso estudio –para medir los retornos y por varios meses– del mercado y del negocio, y de los equipos necesarios para el levante definitivo de la empresa; una lijadora calibradora y una prensa para las silletas con su niveladora fueron los objetivos a adquirir y llegaron gracias a la intermediación de una prestigiosa empresa nacional, importadora y comercializadora de maquinaría que, como pocas, respaldó e intercedió por los sueños de ‘Muebles El Cid’.

“Biesse nos las envió con gran facilidad y sin cuota inicial; logramos pagar esa importación, por 200 millones de pesos, en tres meses. Esas dos máquinas resolvieron nuestros cuellos de botella en la producción y nos dieron la posibilidad de hacer nuevas compras”, explica don Tomás.

En septiembre de 2013, don Tomás viajó a Italia por invitación de Aristizábal y Jinete, se deja seducir por las nuevas máquinas de control numérico, y sueña despierto con dirigir una planta similar a la que años atrás produjo los muebles más distintivos de la capital.

Luego de gestionar y recibir un préstamo bancario bajo el modelo de leasing –y tras cumplir con el compromiso de aumentar a 100 millones de pesos las ventas de la empresa, en un plazo de tres meses– ‘Muebles El Cid’ logró sumar a su inventario de sierras, barrenos, taladros y espigadoras, siete equipos importados de primera línea, entre las que se destacan un Rover, una máquina de cinco ejes “capaz de hacer cualquier diseño”, y parte de una revolucionaria línea de pintura pues es el acabado, la fase a la que mayor cuidado presta la empresa.

El Cid se Abre Nuevo Camino

“Funcionamos con la marca desde hace dos años y la gente nos ha reconocido y nos apoya; muchos nos envían correos felicitándonos por regresar, otros nos cuentan que tienen muebles de 20 o 30 años, y otros simplemente reconocen nuestra calidad, por eso sentimos satisfacción de saber que en este momento nuestros muebles si no son iguales, son mejores que antes”, afirma sonriente don Tomás.

Hoy, la compañía produce más de 90 referencias distintas en las cuatro líneas de muebles –comedores, alcobas, salas y modulares– pero con diseño, detalles y un aire moderno aprovechando las posibilidades que le ofrecen los “nuevos refuerzos”, en aras de reforzar los tres pilares que soportan el nuevo proyecto empresarial: calidad, rapidez y economía.

En la nueva etapa de su vida y de la empresa, don Tomás ya no solamente gestiona la compra de nuevos equipos, también los acciona y aprovecha, personalmente

Es así que para cumplir sus metas, ‘Muebles El Cid’, aplica modelos de programación y producción implementados con éxito en “la otra” empresa; el primero por históricos, según el comportamiento estadístico en ventas de cada producto, siendo la rotación la que determina la cantidad de piezas a producir –aunque puede fabricar también muebles especiales por encargo–; y el segundo, es la estandarización de partes y piezas que simplifica los procesos y ahorra tiempo y materia prima.

“Dos cosas que realmente uno debe cuidar y que son fortaleza nuestra es que hemos logrado la optimización del material (el aprovechamiento de la materia prima) y una correcta distribución de la planta; son dos cosas básicas para lograr la eficiencia y evitar los retrasos en la producción y controlar para que no se alteren los planes y se cumplan”.

Mensualmente, la empresa fabrica –en sus 2.000 metros cuadrados de planta– aproximadamente, 50 alcobas, 60 comedores y 20 juegos de sala, en maderas como cedro y perillo, que terminan expuestos en los 1.000 metros que suman los dos locales de venta de ’Muebles El Cid’; precisamente, de éstas, los clientes, al día siguiente de su visita pueden disfrutarlos en su casa pues, tal como en años anteriores, es la entrega inmediata una de las banderas de don Tomás para conquistar el mercado: “en diciembre de 2013, un 30 por ciento de las ventas fueron así”, asegura.

Ahora, el empresario de 75 años de edad y numerosas batallas, combina su valiosa experiencia con las soluciones tecnológicas para producir y vender; por eso, ahora, está descubriendo la forma de aprovechar la internet para mercadear y promocionar sus muebles; a la vez que se encarga personalmente y junto a su esposa, diseñadora industrial, del diseño de los muebles, entre otros procesos.

Hoy, para la producción, la administración y las ventas, es responsable un equipo de 18 personas que funciona al movimiento de la batuta de don Tomás quien se ha propuesto no sólo recuperar su empresa y su nombre, sino consolidar –como antes– una de las compañías más queridas, representativas y fuertes del mercado nacional.

Como un Ave Fénix

“Es mi pasión y mi compromiso por las cosas que me gustan a pesar de las dificultades. Hoy tengo la capacidad, la experiencia y más fuerzas que 20 años atrás. Antes me fatigaba por cualquier cosa, me estresaba, hoy estoy más tranquilo, hago las cosas con mayor lucidez. En esa época me molestaban algunas cosas, las presiones eran muchas y no tenía libertad para hacer lo que a mi juicio, necesitaba; ahora, no tengo ningún impedimento”.

Tal como su empresa, don Tomás camina hacia la construcción de un nuevo nombre y legado.

En efecto, ya no es el gerente reconocido pero desconocido, inaccesible, víctima de los trámites de una compañía tan grande. Ahora recorre a diario las instalaciones de su nuevo proyecto; a hombro trabaja con sus empleados –varios de ellos, con más de 25 años de servicio y sobrevivientes del naufragio de la antigua empresa– opera las máquinas, vive el trabajo dinámico, viste overol y matiza sus cabellos blancos con polvo de madera.

Ya no existen las prisas porque tiene la convicción de que lidera una empresa de generaciones, que el mercado no los olvida y que, aunque no sea tan publicitada como lo fue en sus tiempos “mozos”, tendrá un memorable regreso a escena en el 2015, cuando cumplirá 60 años y para celebrarlos, don Tomás trabaja en producir los mejores muebles en la historia de su campeadora compañía.

Pasada la frustración por conocer las bondades de la tecnología, haberla tenido y luego, no tenerla; pasadas las pérdidas físicas –las bodegas y las empresas de materia prima que logró consolidar para su autoconsumo–; y pasada una larga temporada de tormentas, ha llegado la curva ascendente y don Tomás se propone mantenerla a partir de un valor corporativo vital: cumplimiento con clientes, con los proveedores, los empleados y con el Estado.

Este es el nuevo tiempo de “Muebles El Cid” que, con nueva armadura, se propone recuperar los campos que cedió a fuerza y quedarse indefinidamente en las casas y la memoria de los clientes. “La gente está muy contenta con el regreso de la empresa”, afirma don Tomás mientras sonríe y camina lentamente hacia la planta, a librar una nueva batalla por el éxito, cuyo sabor, ya conoce.

Fotografías:
Cortesía, Muebles El Cid.

1 Comentario

  • Claudia morales Reply

    10 enero, 2020 at 12:49 am

    Me siento orgullosa de este Colombiano que tube el gusto de conocer ,humilde ,honrado ,trabajador muy amable .
    Admire su trabajo y logros y lo admire como ser humano ,me alegra saber de él y seguir aprendiendo luchador incansable ,orgullo colombino

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