Anuncios, Campañas, Propagandas y otros, Sobre bosques y productos forestales, ¿Mensajes válidos, acciones bien intencionadas?

Miguel A Rodríguez Melo

(*) Biólogo

Me di a la tarea de examinar los mensajes que, al público, buscan transmitir diversos anuncios, campañas publicitarias y propagandas sobre bosques, árboles, productos de la madera y similares, con el ánimo de contrastar las ideas que éstos llevan; la razón que impulsó tal tarea no es otra que la de formarme una opinión sobre un tema que, aparentemente, tiene un muy amplio impacto en la sociedad dada la gran cantidad de material que en los medios se encuentra y que igualmente se supone construye el imaginario popular.

Requiere esta tarea considerar a priori, que, ante todo, la propaganda pretende difundir ideas o valores, informar o generar opinión con el fin de modificar conductas. A pesar que tanto la propaganda como la publicidad pretenden dirigir el comportamiento del público, diferencian los expertos entre propaganda y publicidad, si en estas se identifican o no, objetivos comerciales.

Concluyo que caracteriza a la difusión de mensajes sobre bosques, arboles y productos de la madera en los diferentes medios de comunicación, una marcada polarización cuya apórica solución recurre a principios éticos o morales, y no a la ciencia y al conocimiento fundamentado en esta. Como consecuencia, ante la multitud de mensajes contradictorios, se debate el público entre el bien y el mal,  a lo que tampoco colabora el hecho que todas las fuentes se consideran poseedores de la razón o de la verdad. En realidad, no sé si este mismo fenómeno es común denominador en otros sectores y productos, aunque encuentro que, en el caso de la propaganda y publicidad sobre bosques, se perciben analogías con los procesos de divulgación de ideas políticas y religiosas.

Avanzando en el análisis, encuentro que hace aún más compleja la dicotomía a la que se expone al público, el hecho que aún en el largo plazo es insustituible el consumo de productos del bosque y la madera –independientemente de cuáles sean sus fuentes–, encontrando un conjunto de mensajes en que asignar culpas es la forma en que se pretende, ya sea crear conciencia o cambiar los hábitos de consumo; en contraste, los mensajes destinados a promover el uso responsable de productos forestales le indican al público que a través de su compra, conseguirá conservar los bosques y aumentar el área que han perdido en el planeta.

Las imágenes de humeantes máquinas despejando el bosque, a las que se suman otras no menos impactantes, de cientos de troncos de madera que se transportan a las fábricas; de animales que huyen por sus vidas y de pobreza, se contraponen con aquellas que si bien no esconden el hecho que los árboles se cosechan técnicamente y el bosque se renueva, muestran y resaltan que los productos del bosque y las plantaciones traen bienestar y comodidad a la vida diaria para algunos y desarrollo socioeconómico para otros.

El dilema al que se enfrenta el público se hace aún más complejo en la medida que nuevas actitudes de diferentes sectores económicos de la sociedad se constituyen en mensajes al público, parcialmente informativos; este es el caso al que algunas entidades y empresas someten a sus clientes cuando sus campañas en “pro del medio ambiente” promueven el no uso del papel (pese a que al menos en Colombia, éste se produce a partir de la madera de plantaciones técnicamente manejadas), a tiempo que anuncian campañas para plantar árboles. El mensaje final no informa completamente al público que concluirá, equivocadamente, que plantar árboles es la panacea a los problemas ambientales.

Peor aún, el panorama se hace aún más caótico cuando la información que se transmite al público se “sustenta” con verdades científicas, sustento que, en algunos casos, difícilmente supera una prueba de veracidad o sobre la cual otros expresan no sólo serias dudas, sino que acusan su deliberada manipulación.

Ejemplo de este tipo de caso es el que circunda al tema de la responsabilidad de las actividades humanas en el fenómeno del calentamiento global, de por sí ligado a la situación de los bosques y el comercio de productos forestales. Un sector de connotados académicos arguye que a través de una inmoral impostura científica, se ha desinformado a la sociedad acerca de un problema del que no es responsable. ¿Cuántas veces habrá pasado y sucederá lo mismo en el caso particular de los bosques, los árboles y los productos de madera?

De las anteriores reflexiones me surgen al menos dos preguntas que los expertos en comunicación nos podrán ayudar a resolver: 1. ¿Cuál es entonces la efectividad de las propagandas y la publicidad cuando, en el caso de los bosques, se basan éstas en arrinconar la conciencia de los usuarios?, y 2. ¿toman las autoridades como base para su actuación política y legislativa, los mensajes que los medios transmiten al público?

Sobre las posibles respuestas y análisis que de los expertos esperamos tener, me atrevo a anticipar que en el caso que nos atañe, un mínimo impacto tienen, sobre el público general, los mensajes cuya intención es crear conciencia; no necesariamente por causa de los dilemas ya expuestos sino especialmente porque aquellos no ofrecen alternativas a sus necesidades, las cuales no parecieran reconocer los emisores.

Explica igualmente el mínimo impacto de la publicidad sobre bosques, arboles, madera y ambiente en el público, el hecho que el tema no tiene ni una solución ideológica, ni alternativas prácticas a diferencia de los ámbitos en que puede el receptor, adoptar una u otra posición política o religiosa.

Sobre el segundo cuestionamiento y a falta de elementos para construir una respuesta, sólo queda abrigar la esperanza que en los constructores de política y leyes como entre los técnicos y científicos en que se apoyan, prime la racionalidad.

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