Calentamiento Global Vs. El Negocio.
Últimamente se ha comentado mucho sobre la situación actual del calentamiento global, sus orígenes y consecuencias y no dejo de sentir cierto sentimiento de culpa al pertenecer a un sector –estigmatizado con razón– al cual se le atribuye gran responsabilidad en la situación actual, y que poco hace para mitigar este mal.
Entre las razones que se dan para justificar el calentamiento global, sobresale la alta tasa de deforestación y la baja implementación de cultivos forestales; entiendo por deforestación, toda actividad que implica talar árboles sin importar cual será su uso final, es decir, si el árbol se utiliza para fabricar muebles, casas, moldura o estibas, si se emplea para levantar “cambuches”, en fogatas, para ampliar las áreas de pastizales o para establecer cultivos lícitos o ilícitos.
Toda madera para aprovechar que provenga de bosque natural es producto de la tala de árboles y por ende implica “colaboración” con el calentamiento global, para mí, eso es un hecho irrefutable. Creo importante iniciar admitiendo esta verdad y admitir que hemos sido colaboradores directos o indirectos, que nos hemos acostumbrado a aceptar este hecho, eludiendo responsabilidades y justificado nuestro actuar.
También creo que está llegando la hora de tomar cartas en el asunto, aceptar la responsabilidad que nos cabe e iniciar acciones que no sólo nos liberen del karma de ser gestores del calentamiento global, sino que nos ayuden a mantener nuestra actividad en el mercado pero haciéndola, su vez, más competitiva.
La actividad maderera es un negocio del que depende mucha gente, no en vano es, después del petróleo, el segmento que más dinero mueve en el planeta. Se trata de una actividad que no puede detenerse y que por el contrario debe intensificarse, pero con base en nuevos cultivos forestales y en el entendimiento de la sostenibilidad de los bosques, pues creo (no podría jurarlo) que la mayor oferta de madera en el planeta proviene del bosque natural, más que de las áreas reforestadas.
Siendo así las cosas –y con el incremento de la demanda de madera en el mundo– fácilmente puede concluirse que la deforestación, con miras a atender esta demanda, continuará con el agotamiento de los bosques y por esa vía con la eliminación de nuestro mudus vivendi, incrementado de paso los catastróficos efectos climáticos. Es algo que no podemos permitir y que amerita tomar medidas inmediatas no sólo de convicción (aunque ya seamos concientes) sino de obra.
En principio suena romántico, pero a la larga (más a la corta) si no iniciamos acciones rápidas seremos victimas de las más agrias presiones de grupos ambientalistas, de la comunidad internacional, de los mayoristas, de los usuarios finales –que no toleraran los productos madereros que no estén certificados con manejo ambiental– y de la misma situación de desabastecimiento de materia prima que vive el planeta.
Nuestro negocio está en riesgo y la responsabilidad no es únicamente de los demás, nosotros debemos hacer lo que nos corresponda de manera responsable, cada cual sabrá que debe hacer desde su actividad, pero deberá saber conjugar los intereses económicos inmediatos con la permanencia en el tiempo de la actividad. Seguro que costará, no sólo dinero sino sacrificio, pero es mejor comenzar ahora y darse el lapo.
Iniciemos por comprar sólo madera que provenga de reforestaciones o que, si es de bosque natural, esté certificada ambientalmente; será más costosa pero cumple con los objetivos trazados de sostenibilidad y ayudará a crear el esperado orden en la cadena de abastecimiento.
En este sentido, creo que entre las acciones a tomar esta la de boicotear la compra venta de madera pirata –esa madera que carece de salvo conducto y que a ciencia cierta se sabe que si lo tiene, es falso– pues consentir esta práctica motiva la informalidad, contamina el negocio con actividades de lavado de dineros, limita la dignificacion del sector y permite el ingreso al mercado de madera que no ofrece garantías de calidad y continuidad.
También creo importante tecnificar los aserrios y las zonas de extracción maderera, además de impulsar una gran campaña para capacitar a los corteros y personal, que participan en la base de la explotación incluyendo los transportadores, sobre lo que significa su trabajo y el verdadero impacto que puede tener su actividad en dos vías: utilizar en su totalidad el árbol, es decir, que no se desperdicie ninguna de sus partes y por otro, enviar mejor madera a los centros de acopio y transformación.
Lo anterior tiene que ver con la ya traqueada frase que afirma: “se desperdicia el 70 por ciento del árbol” eso incluye hojas que son bases de medicamentos y fragancias, ramas y troncos que por no tener tres metros no son comerciales, cortezas y madera que por tener defectos se consideran de nulo aprovechamiento, sumando a que las técnicas y elementos de corte inapropiados incrementan significativamente el desperdicio de madera. Pareciera que los sobrantes convertidos en chip y el aserrín no tuvieran valor comercial.
Tal vez lo principal sea adoptar de una vez por todas la cultura del “manejo sostenible”, que no sólo incluye asegurar la reposición y permanente abastecimiento de madera de los bosques, sino un compromiso de los demás eslabones de la cadena, en especial de los transformadores, para sacar el mayor rendimiento de la madera, minimizar los desperdicios y sumarle la producción limpia a los procesos productivos.
Es responsabilidad de todos promover la ecoeficiencia en nuestras industrias y en nuestro sector, promover y participar en proyectos forestales, involucrarnos más en los orígenes de la madera pues somos juez y parte del acontecer ambiental y podemos ser los grandes damnificados de la situación.
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