Industriales Vs. Madera Reforestada
Es frecuente oír decir, por parte de los industriales transformadores de madera, que quisieran tener proveedores que la entregaran justo a tiempo, en las calidades y cantidades que requieren, sólo que entregar madera en estas condiciones cuesta y la gran mayoría de los fabricantes no están dispuestos a pagar por ello.
Es claro que las únicas empresas que podrían proveer al sector en las condiciones anteriormente descritas son las reforestadoras comerciales, aquellas que han invertido en terrenos, semillas, mantenimiento, ingenieros forestales, mano de obra calificada, transporte y logística, que son dolientes del tiempo (en términos en años y condiciones ambientales para obtenerla) y los desperdicios; compañías legalmente constituidas, que pagan impuestos de todo tipo y además, deben percibir utilidades.
Son empresas que están en capacidad de entregar madera con calidad, pues conocen su origen, han hecho los seguimiento correspondientes para asegurar su debido crecimiento y desarrollo, y además, la entregan al mercado seca, con medidas exactas, listas para su uso final y respaldadas por una marca.
Sin duda, las reforestadoras comerciales saben a ciencia cierta cuál es el valor de la madera, tras llevar un esmerado control de inversiones y gastos; en otras palabras, dan a la madera un valor objetivo, basado en sumas y restas acumuladas a través del largo periodo de la cosecha.
Pero no pasa lo mismo cuando se trata de madera proviene de bosques naturales, donde su valor es puramente subjetivo pues considera como costos únicos, los jornales de los corteros, el transporte y la intermediación, donde el tiempo que ha tardado para alcanzar su estado idóneo de uso y la tierra donde ha crecido el árbol, no son relevantes y la madera vale aproximadamente “lo que alguien dijo que costaba”, siendo ese es el término de referencia para determinar su valor.
Es así como a la hora de la comercialización, llega al mercado madera de bosques con bajos costos en los que no está representado un conocimiento profundo de su valía, con medidas irregulares, mal formaciones, sin garantía, húmeda y además, con la posibilidad –casi siempre– de ser vendida sin los respectivos impuestos y con precios que pueden ser, aproximadamente, un 20 por ciento menores de los ofrecidos por los reforestadotes, siendo la misma especie.
Se convierte entonces el mercado de las maderas en uno de precio, en el que los industriales compradores no reconocen los valores agregados, ni los beneficios económicos que ofrece la madera entregada por los reforestadores, dificultando así la comercialización de esta materia prima y desestimulando la inversión para ampliar la frontera sembrada de árboles maderables.
Tal vez, esta es la razón por la que no es mayor el número de hectáreas reforestadas con especies nativas en Colombia, y por la que el mayor porcentaje de la reforestación actual se destina a la pulpa de papel y la fabricación de tableros.
Considero necesario que industriales y reforestadores trabajen mancomunadamente en el propósito de incentivar e incrementar el uso de las maderas reforestadas, destacando los beneficios en productividad, competitividad y costo – beneficio real, que ofrecen. De hecho, no creo conveniente que sea necesario esperar a que el argumento para el tránsito en el uso de la madera de bosques a la madera reforestada, sea el inminente agotamiento de los bosques.
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