Los muchos rostros de las fachadas en madera

Alexandra Colorado Castro

Editora

Tal vez se trata del material más antiguo empleado en el ejercicio constructivo. Desde pilares sencillos hasta estructuras monumentales se han levantado, desde siglos atrás y hasta nuestros días, gracias a la abundancia del recurso y a la preferencia manifiesta, hacia ella, por parte de arquitectos y diseñadores seducidos por las bondades de su natural apariencia.

Precisamente en este aspecto –el de aparecer como el rostro de casas y edificios– la madera ha logrado y mantenido un puesto importante entre los materiales seleccionados para el diseño y la construcción de fachadas, al punto de que hoy –madera y fachadas– no solo cumple funciones estéticas sino también climáticas y energéticas dentro de las construcciones.

Los desarrollos en el campo de fachadas en madera, durante los últimos años, incluyen desde la producción de tableros altamente resistentes y versátiles en diseño, hasta la fabricación de insumos para proteger la madera del embate de los factores ambientales y climáticos que son, tal vez, los principales problemas que enfrenta el material en esta aplicación.

En el presente artículo, la Revista M&M hace una revisión de las generalidades de esta sección arquitectónica, de los rasgos y avances técnicos, ambientales y comerciales que presenta el rubro de las fachadas de madera, y de su lucha para mantenerse vigente en abanico de materiales para construcción.

La madera abre posibilidades para el diseño sostenible, integrado y contemporáneo en los edificios públicos. El rostro amable de la arquitectura. Surry Hills Biblioteca y Centro Comunitario (SHLCC)

En torno a la Ecoeficiencia

Si existe un término que haya marcado las innovaciones de diseño en arquitectura durante los últimos 20 años ha sido la ecoeficiencia pues –a partir de su precepto de lograr la prestación de un mejor servicio, por mayor tiempo, con un menor uso de recursos, menor generación de desechos y por ende, un menor impacto ambiental– arquitectos y constructores han desarrollado soluciones altamente estéticas y eficientes para sus proyectos.

En materia de fachadas, en general, y de madera, en particular, la ecoeficiencia ha llevado a la aplicación de la bioclimatización y la bioiluminación, estrategias que disminuyen el consumo de energía dentro de los edificios a partir de climatizarlos, sustituyendo el uso de aire acondicionado o de calefacción por corrientes naturales de aire; y de iluminarlos naturalmente; y es aquí donde “la doble fachada” hace aparición.

La doble fachada o doble piel para edificios –uno de los mayores avances de diseño registrados en los últimos diez años– consiste en una fachada exterior, sobrepuesta a la fachada del edificio propiamente y en medio de las cuales se forma una cámara de aire; una combinación que frena la incidencia del sol, mantiene o crea microclimas, regula la iluminación y favorece el ahorro de energía al menos en un 60 %.

Pese a que para la primera piel, la externa, los arquitectos han utilizado materiales como vidrio o metal, la madera ha demostrado notables desempeños en esta aplicación y en esta posición, especialmente por su eficiente condición de aislante térmico y bloqueador solar al interior. Por lo general, los arquitectos la usan en forma de persianas (horizontales), cortasoles (verticales) o celosías exteriores.

Paralelo, algunos arquitectos también le han apostado a la madera como componente esencial de la segunda piel, sobreponiendo en ella, por lo general, fachadas acristaladas con protección UV. En este caso, los elementos gozan de mayor protección frente a la humedad y la radiación al no estar expuestos a la intemperie y estéticamente realizan importantes aportes al interior de los espacios, pero también cumplen un papel mucho más discreto como aislante térmico.

Vale indicar que –para el diseño de las fachadas en madera, en la etapa de planeación– los arquitectos utilizan software de simulación térmica para calcular las curvas de eficiencia térmica interior, y con ella, los espesores y combinaciones de los elementos a fin de alcanzar una justa relación costos-beneficio; pues el aumento o la reducción en un centímetro, en cada pieza, puede representar importantes sumas de dinero en el costo total de la fachada.

De igual manera aprovechan los software para determinar la temperatura interior que puede presentar una edificación, cada día del año –a partir de la elección de los materiales de fabricación– y la necesidad de refrigeración precisa; dato importante por cuanto este aspecto comprende uno de los mayores gastos en término de funcionamiento.

“Si al bajar de 5 a 3 cm el espesor de las piezas de una fachada, se dispara el consumo energético interno, no hay eficiencia. Los arquitectos e ingenieros especializados en climatización juegan con esas variables permanentemente para que el desempeño térmico interno sea óptimo, pero también para lograr el mínimo espesor requerido en la fachada, a fin de que el costo del recubrimiento de esa doble fachada no sea demasiado alto”, afirma Gustavo Garzón, arquitecto y experto en construcciones con madera.

Los WPC resultan altamente moldeables para diseños especiales. Desde composiciones complejas hasta curvas pronunciadas en fachadas de alta resistencia ofrece este material.

Materiales, maderas y herrajes

En materia de sustratos para fachadas, la industria ha desarrollado, desde hace años, numerosas opciones para su diseño y construcción: eficientes tableros tipo sándwich compuestos por capas de aluminio, recubiertos con materiales plásticos de alta resistencia a la intemperie –como el PVC, el poliuretano, polipropilenos delgados o acrílico– que ayudan a controlar el ingreso de calor.

Paralelo están los tableros o piezas de Wood Plastic Composite WPC, un material ecológico compuesto por la mezcla de materiales celulósicos y termoplásticos que ha demostrado eficiencia; y el acero inoxidable a manera de enrejados o mallas que frenan hasta el 60 % de la radiación solar y ofrecen larga durabilidad en el tiempo con poco mantenimiento.

Por lo general, los arquitectos combinan distintos materiales para lograr las dos variables que persiguen en una fachada: eficiencia térmica con un bajo consumo energético y una correcta composición estética a bajo costo. En este sentido, la madera, así como los tableros especiales o de ingeniería para esta aplicación derivados de ella, brindan oportunidades para estos dos propósitos mientras reciban tratamientos que aseguren su durabilidad y eviten reposiciones constantes.

Referente a los tableros aglomerados para fachadas, presentan, generalmente, recubrimientos de protección contra la radiación UV, además de altas protecciones contra hongos y agentes xilófagos –tecnologías que los hacen igual de costosos a los tableros metálicos en acero o aluminio revestidos de películas impresas que simulan la apariencia de la madera–, los de tipo sándwich con interior de poliuretano y exterior en PVC.

En el abanico también están las maderas macizas –una opción que permanece en el catálogo pese a la gran variedad de materiales y alternativas sustitutas– en las que los arquitectos y constructores buscan calidad homogénea, una altísima estabilidad dimensional (frente a las dilataciones o contracciones que produzca la humedad ambiente); y gran resistencia a la humedad y a la radiación solar.

Señala Gustavo Garzón que en Colombia, a diferencia de la amplia oferta de maderas nativas posibles para fachadas que existía hace varios años atrás –como el guayacán, la teca, el sapan y el abarco fino–, hoy solo existe como opción por su alta resistencia a la intemperie, el sapan y la teca. Sin embargo, y dado que no están en ningún plan de reforestación, y que para explotación se destruyen vastas zonas de bosque, los individuos también se han reducido considerablemente con la amenaza total de la especie.

De igual manera el profesional asegura que, como sustitutas, han aparecido las maderas reforestadas, grupo del que los arquitectos descartan la gama completa de eucaliptos (se rajan con facilidad lo que promueve la aparición de hongos y presentan baja durabilidad a la intemperie) y se inclinan por las coníferas –pino pátula, de uso frecuente en la zona cafetera y el caribea que nace en los llanos– dada su estabilidad dimensional, especialmente, si se trata de maderas con una buena suma de años, antes de ser cortada y aprovechada.  
“Por un fenómeno anatómico, todas las fibras de la madera están unidas por una sustancia natural llamada lignina y entre más joven es una madera menor lignina tiene y menor calidad ofrece porque es precisamente ella, la que resiste la radiación UV. Si un arquitecto desea una fachada de madera para intemperie debe escoger maderas con, al menos, 25 años de edad”, explica Gustavo Garzón.

El profesional señala que en Colombia es común que se corte y aproveche madera joven para intemperie –de entresacas de nueve o 12 años– que aunque sea sometida a procesos de inmunización por vacío presión no garantiza tiempos de durabilidad prolongados.

Edificio Cámara de Comercio, sede Chapinero (Bogotá), diseño de Daniel Bonilla Arquitectos.

“Como ejemplo, la fachada en madera del Centro de Convenciones de Medellín va a ajustar 12 años, pero ha sido necesario reparar varias piezas porque se usó pino pátula muy joven, de la región. En comparación está la fachada del edificio de la Cámara de Comercio, de la calle 67 en Bogotá, que lleva cortasoles de pino con más de 30 años de edad, que se montó hace seis años, que no ha tenido reposiciones y que, según los cálculos, durará mucho más que la del Centro de Convenciones de Medellín”, explica Garzón.

En materia de herrajes y tornillería para fachadas son los países industrializados de Europa y Asia, los que poseen los mayores avances en la materia, con elementos y sistemas estandarizados en acero inoxidable y galvanizado para protegerlos de la intemperie, que hacen parte de sus códigos de construcción con madera –donde se señala desde la ubicación del herraje y hasta la capacidad de carga– y que no existen formalmente en Colombia.

Para subsanar esta situación, los arquitectos y constructores locales acuden a diseñar sus elementos de unión, a mandarlos fabricar en lámina de acero cold rolled y a hacerlos galvanizar en caliente para protegerlos, hecho que les exige conocimientos rigurosos sobre su funcionamiento, un mayor control técnico en obra, pero también –y curiosamente– les ha dado mayor libertad a la hora de diseñar.

Protección para la madera

Vale señalar que aunque la madera maciza para aplicaciones en fachadas puede competir en precios con los tableros metálicos o el PVC con el valor agregado de su natural apariencia, también es verdad que para hacerlo en durabilidad debe ser sometida a delicados procesos de mantenimiento y hoy existe una amplia variedad de productos y técnicas para este propósito.

En este sentido, han sido los países amantes de la madera en construcción –Estados Unidos, Canadá, Alemania, Japón y varios de la zona Nórdica europea– los responsables de buena parte de los desarrollos que mundialmente se aplican para protegerla; productos para poro abierto que le permiten al material respirar y prolongan su vida útil, aceites naturales a base de linaza, e incluso milenarias técnicas de lijado y pulido que, sin más, logran el propósito.

Los arquitectos, en general, buscan evitar la quema de la lignina por efecto de la radiación UV –el principal factor que afecta la madera a la intemperie– a través de la aplicación de sustancia que hagan las veces de pantallas solares, o del uso de acabados de aceites con pigmentos (esmaltes) –tal como ocurre con las construcciones coloridas del Caribe– pues la pigmentación frena el efecto de la radiación.

“Las maderas de tonos muy claros tienen mayor afectación por la radiación UV, es la razón para que sean frecuentes, en fachadas, los acabados pigmentados u oscuros; la madera en estos casos dura hasta dos veces más. En Suramérica –como en los países nórdicos– nos gusta la madera al natural, que se note que es madera, sólo que ellos sí tienen los productos y procesos justos para protegerla” (Véase cuadro 1).

En Colombia, las prácticas de protección –incluso para elementos exteriores entre los que se incluyen las fachadas– se limitan muchas veces a la aplicación errada de barnices (insumo de uso exclusivo para interiores) que sellan el poro y provocan en poco tiempo la repetición de procesos de acabado y la reposición permanente de piezas.

Los productos y tecnologías mundiales de alto desempeño son prácticamente desconocidos en el medio nacional, hecho que se ha convertido en uno de los principales retos tecnológicos para los constructores con madera.

La quema de la corteza de la madera, un octavo de pulgada, es una forma efectiva de preservarla y hace que sea resistente al fuego. Ventajas que se suman a la bella apariencia plateada que da el acabado.

“Las sustancias de muy alto desempeño para mantenimiento de maderas para intemperie, protectores UV, no se han desarrollado en América latina, de allí que para nuestro mercado sean productos muy costosos; y si a eso se suma que la gente –clientes y constructores– no está acostumbrada a invertir en mantenimiento para las edificaciones, la madera para acabados queda descuidada y llevando, sin razón, el estigma de ser un material que no permanece”.

Vale indicar que en términos de durabilidad, y aunque los tableros de alta tecnología para fachadas pueden requerir hasta cinco veces menos mantenimiento que la madera maciza, los dos sustratos si se someten a tratamientos de protección correctos pueden tener una durabilidad muy similar.

Señala el profesional que la suma de las situaciones anotadas es el reflejo de las deficiencias industriales presentes en Colombia y que pesan a la hora de idear y desarrollar proyectos arquitectónicos con madera porque no se han adelantado investigaciones en la materia –en maderas en general– y en la medida que la investigación desaparezca, también lo hace el desarrollo, denuncia Garzón.

El proceso de carbonizado suple el uso de tratamientos o sustancias adicionales para la protección de la madera.

El mercado: La otra cara de la madera en fachadas

Aunque la madera ha tenido presencia permanente a los ojos de los arquitectos e ingenieros nacionales, algunos factores no solo han desestimulado el uso preferente de la madera para fachadas –y para otras aplicaciones arquitectónicas– sino que han cernido un manto de dudas sobre sus posibilidades y comportamiento.

Asegura Gustavo Garzón que el gremio constructor nacional ha dejado de ser “amigo” de la madera por cuanto ha encontrado sustratos y materiales sintéticos y metálicos de más fácil manejo y de precios menores que lo han llevado a poner en manos de quienes deciden sobre los materiales de obra – especificadores o ingenieros y arquitectos expertos en autocad pero no en maderas– alternativas distintas.

“Como los profesionales que definen o especifican dentro del sector de la construcción no están suficientemente capacitados en tecnología, mantenimiento y uso de productos de madera, la ven como un problema y el mercado queda en manos de proveedores de otros materiales”, afirma Garzón.

El resultado ha sido no solo la baja demanda de madera sino el rápido crecimiento de una industria de sustitución de la madera, en cuanto a la naturaleza del material mas no de la apariencia; de allí que en ciudades como Bogotá sea frecuente fachadas, acabados de fachadas,  pérgolas y estructuras cubiertas en hierro oxidado con “cara” de madera. “La gente quiere que se vea como madera pero que no sea madera. Los constructores no quieren “trajinar” con ella”, comenta Garzón.

De otro lado afirma que frente a una industria forestal atomizada en el país, los productos de madera y la madera misma se han encarecido proporcionalmente frente a otras opciones como el concreto y el acero, o comparada con la madera importada.

Es así que frente a las maderas nativas y a los dos pinos mencionados, como las opciones para fachadas que tienen los arquitectos nacionales, están los pinos importados, norteamericanos por lo general, de buen comportamiento y a precios más bajos que los nacionales pues mientras el metro cúbico del importado está alrededor del millón quinientos mil pesos, el nacional está entre millón quinientos y millón ochocientos; el sapan y el abarco de buena calidad por el orden del millón ochocientos y los dos millones doscientos, y la teca por los dos millones quinientos, el metro cúbico.

Ingenioso diseño de fachada en madera para esta granja de mascotas. Sistema de persianas que se abren a la mitad superior del edificio y que permite la circulación de aire al interior.

En el caso del metal, aunque el precio de compra puede ser un poco más alto que el de la madera, su fácil instalación, acabados y su larga durabilidad reduce los costos finales de la inversión y del presupuesto de mantenimiento en el tiempo final.

“En Colombia podríamos lograr productos muy interesantes, a precios competitivos frente a otros materiales, si se enseñara formalmente la tecnología de la madera y si el material estuviera dentro de una cadena industrial y forestal más eficiente, –como la norteamericana– porque a la larga en construcción, lo que define es el costo. La madera tiene dos grandes desafíos: ser fácil de mantener y quedar por debajo en costos de los otros productos”, finaliza Garzón.

Fuentes:

Gustavo Garzón. Arquitecto de la Universidad de los Andes con más de 35 años de experiencia trabajando maderas. Fue exgerente de la inmunizadora de maderas Serrano Gómez y, actualmente, es gerente de la firma colombiana Tropicall Lumber. Se ha dedicado en los últimos años a investigar las maderas y sus derivados, desarrollados en Estados Unidos, Europa y Asía.

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