En la pasada editorial cuestioné la situación de las maderas en Colombia, describiendo un panorama no muy halagüeño, sigo creyendo lo mismo; pero también debo, en aras del equilibrio, reconocer que son grandes las posibilidades de tener en un futuro no muy lejano, un gran liderazgo en el área forestal.

Es que revisando el contenido de esta edición y haciendo una retrospectiva de lo que ha sucedido en Colombia en los últimos cinco años, se puede notar claramente que es mucho lo que se ha insistido e invertido en la concientización forestal, en dar forma y fondo a la idea de que somos un país privilegiado y sobre todo en demostrar –a manera santo tomasiana– que es posible obtener buenos resultados económicos de la actividad reforestadora y del manejo sostenible de los bosques, resultados que sólo se pueden cuantificar en el tiempo y no en el papel.

Mencionaré algunos de los hechos que han acontecido, algunos buenos y otros que por malos que hallan resultado en su momento, terminan siendo buenos a manera de experiencia. Entre los hechos más destacables esta es el apoyo de la comunidad extranjera asesorando académicamente a los actores nacionales (comunidades, reforestadores entidades responsables) y financiando el sector; de hecho, entre los países más destacados en este aspecto están: Alemania, (GTZ, y la KWF), los Estados Unidos (USAID), la República Checa, Finlandia, Japón entre otros, que se han comprometido, desarrollado proyectos que de alguna manera han tenido efecto positivo en las regiones donde se aplicaron y han convertido escépticos en adeptos de la causa forestal.

También están actores locales como la Federación Nacional de Cafeteros, Procuenca y la Gobernación de Antioquia entre otros, que están trabajando fuertemente en el arraigo de la actividad forestal. Sumando a ellos, la actitud casi siempre positiva de los “grandes” reforestadores y aquí cabe destacar el aumento de pequeñas reforestaciones, de menos de doscientas hectáreas, que no son muchas pero cada día son más, y suman paulatinamente al área con cobertura de bosques, lo que crean un efecto positivo de arrastre hacia la actividad reforestadora en las zonas donde se planta.

Además, veo con buenos ojos la irreverencia que muestran las comunidades propietarias de los bosques al querer participar activamente en las decisiones que los afectan y al no permitir, sobre ellos, la manipulación de industriales ni de corporaciones con intereses diferentes al de perpetuar el manejo sostenible de los bosques.

También está la nueva Ley Forestal, que no es perfecta pero es una herramienta que dará solidez una vez este reglamentada (aunque sabemos que su reglamentación demorará) y al rededor de la cual hay una gran inquietud relacionada con el recibo de la tan anhelada inversión extranjera.

Dentro de las cosas menos atractivas está la experiencia del CIF, del cual el país ha aprendido mucho, en términos de tramitología, asignación de los incentivos y así mismo de seguimiento a los proyectos aprobados. También ha sido determinante la experiencia de las «empresas golondrinas” que cultivaban  con el fin de lograr beneficios tributarios pero desconocían la actividad y el objetivo final de las plantaciones, así mismo hemos aprendido de la dolorosa experiencia que, reforestar no es sólo sembrar árboles, como se observó en muchas campañas políticas.

En otras palabras, se esta trabajando desde muchos frentes en el sector forestal, desde la ciudad hasta las zonas rurales y selvas, ilustrando a los habitantes de cada zona sobre las posibilidades de la actividad, y en la mayoría de las regiones, haciendo ejercicios forestales que demuestran las ilimitadas bondades de la reforestación.

El país esta lleno de experiencia, tiene las condiciones dadas, una sociedad casi comprometida, muchas intenciones de inversión y un eco que se está oyendo en todos los rincones del país y en todos los estamentos sociales y gubernamentales que, de seguir así las cosas, no cabrá más que esperar un verdadero compromiso y desarrollo forestal en el país.