Alberto Paredes: El Ebanista Colombiano de La Música

Javier Andrés Colorado Molano

Periodista M&M

 La madera da la posibilidad de transformar, a ingeniosos artistas, su conocimiento manual, espiritual e intelectual, en obras que trascienden. Precisamente, uno de estos personajes es el bogotano Luis Alberto Paredes Rodríguez quien, a sus 68 años de edad, con más de 40 en la elaboración de instrumentos de cuerda en madera, se destaca hoy como uno de los lutier más importantes del mundo.

Aunque la palabra lutier, en su significado más básico engloba el arte de elaborar instrumentos de cuerda, comprar y almacenar maderas para que, una vez llegado el tiempo, se conviertan en guitarras o violines; para Luis Alberto Rodríguez designa al “ebanista de la música”.

Para este artista, que cursó estudios básicos en el colegio Mayor de San Bartolomé de Bogotá, que inició una carrera de ingeniería mecánica en la Universidad Industrial de Santander – UIS, y que trabajó durante 30 años como modisto, diseñador de moda y patronista; la labor de lutier se inició como un hobby escolar; cuando a sus 13 años, un día cualquiera, caminaba por la calle 12 con carrera primera, llegó a la ‘Calle de La Mandolina’ –vía histórica que concentra varias fábricas de guitarras– y se maravillo con los trabajos; sintió que podía y debía construir una.

Su padre, quien lo adentró en el mundo de la moda y fue su guía en este oficio, estimuló su deseo regalándole un juego de herramientas de carpintería que años después, empleó en un taller que adecúo en la casa de sus padres, en el barrio Restrepo, de Bogotá.

Con el paso de los años, su interés por la fabricación de instrumentos creció y aunque siempre la alternó con otras ocupaciones, fue sólo hasta la década pasada que decidió, sería su única actividad y gran pasión, la misma que lo ha llevado a convertirse en un artistas ampliamente reconocido gracias, entre otros, a sus publicaciones sobre el oficio, conferencias, su trabajo como promotor de la Asociación Colombiana de Lutieres y sus famosas “escopetarras” que se han convertido en símbolo de paz, dentro y fuera de nuestras fronteras.

La Primera Guitarra

Elabora su primera guitarra hacia 1959, después de realizar numerosos ensayos a partir de modelos españoles. Es esta la época en la que trabaja con su padre, de lunes a viernes, mientras los fines de semana practica su hobby en el taller; también son los años en que comienza a investigar a fondo sobre lutería y nota como la información sobre el tema –en el país y en idioma español, es casi nula–; así, tras sus indagaciones encuentra la Guild of American Luthiers (1), una asociación con sede en Dakota (Estados Unidos) que llenaría sus ansias de saber.

Luego de inscribirse en la prestigiosa asociación, en 1976, comienza a recibir gran cantidad de datos que le dan una nueva perspectiva sobre la construcción de instrumentos y, junto con su interés por las innovaciones en la materia y un continuo intercambio de información con importantes lutieres, alcanza un envidiable conocimiento que años más tarde lo convirtieron en autoridad en el oficio, al punto que la Guild of American Luthiers, termina publicando varios textos suyos, en su revista “American Luthier”, en especial, sobre el tiple y la bandola (2),

Pero no es sino hasta principios de los años noventa que Paredes se decide, exclusivamente, por la lutería, luego de comprender que su vocación se enfocaba a fabricar instrumentos de gran factura y no a producir de manera industrial; inicia un proceso de construcción juicioso y paciente en el que aparecen también grandes intérpretes de la guitarra, en su taller del barrio Bonanza, como el virtuoso colombiano Gentil Montaña (de quien su esposa fuera manager) y quienes terminan transformando aquel espacio más que en un sitio para elaborar instrumentos, en un refugio para el encuentros de amigos con una pasión común.

 Las Maderas que Mejor Suenan

 Adentrado por completo en el universo de los instrumentos y las maderas, fue inevitable que el maestro Paredes conociera y se maravillara con el trabajo de uno de los más famosos Luthiers del mundo, el italiano Antonio Stradivarius quien– se destacó por la perfección de sus obras pero también por su conocimiento profundo sobre las maderas, cómo trabajarlas y transformarlas en bellos elementos sonoros.

Cuenta la historia que Stradivarius compraba gran cantidad de madera proveniente de Alemania, en cargamentos que viajaban por vía terrestre y fluvial –por el mar Adriático, una de las rutas más frecuentes en la zona para el siglo XVII– y conocía bien el comportamiento de la madera, sabía que las células de los troncos cortados se cierran como mecanismo de defensa, pero al recibir la humedad del agua, durante el traslado, presentaban el efecto contrario que provocaba un mayor efecto de resonancia en la madera, característica vital para su trabajo. “Con sólo tocarla, Stradivarius sabía qué madera servía para qué fin y cuál poseía una resonancia superior o especial”, comenta Paredes.

Siguiendo las huellas de Stradivarius, nuestro lutier colombiano se ha ido especializando en el tratamiento del material y en su identificación; hoy sabe con certeza que las maderas que ofrecen un mejor comportamiento para fabricar instrumentos musicales son el Pino alemán, el Cedro canadiense, el Arce o Sicomoro, el Palo de rosa, el Nogal, el Comino crespo oloroso, el Ciprés y algunas maderas africanas, como la Bubinga y el Paduc.

De igual manera, su experiencia y la de otros artistas de este bello oficio, han revelado que para cada parte de la guitarra existe un tipo de madera específico.

Es así como para la tapa armónica –dónde va el orificio y la que produce el sonido– se utiliza preferiblemente pino alemán para reproducir los agudos, mientras que si se desean acentuar en los bajos, la opción es el Cedro rojo del Canadá; ya, para la tapa de fondo o resonancia y los aros laterales lo ideal es usar Palo de rosa (también conocido como Palisandro o Palo santo) en sus variedades: Palo de rosa de Brasil, de la India, de Honduras o el africano.

El mango y cuello de la guitarra son secciones para las que funciona el cedro, bien el cubano o el hondureño, o si se trata de una madera nacional, el Cedro Caquetá –minado por la agresiva exploración de la que ha sido objeto– ó el Puerto Asís, así como también algunas variedades de caobas como el de Honduras o el nacional. Ya, en lo que tiene que ver con el diapasón, se aprovecha el Ébano o Palo de rosa, madera ésta última también usada para fabricar el puente.

Pero en el taller del maestro Paredes no sólo se aprovechan las maderas que se usan en los de otros lutieres, y en otras partes del mundo; en el suyo aparecen el cerezo, distintos tipos de cedros extraídos del bajo Magdalena y Caquetá, al igual que caobas del Chocó, esto, principalmente por razones ambientales o económicas dado que algunas especies tradicionales para la fabricación de instrumentos –como el palo de rosa del Brasil– están en vía de extinción y para su aprovechamiento es necesario tramitar engorrosos permisos que afectan los precios: una sola pieza de esta especie, de 50.0 cm X 20.0 cm, cuenta cerca de 2.000 dólares.

De igual manera están los inconvenientes que se presentan con las importaciones de maderas finas, que para el caso específico del taller del Maestro Paredes alcanzan montos no menores a los 3.000 dólares –por lote de instrumentos– y que además deben contener maderas con unas características físico mecánicas muy específicas y de una altísima calidad, pues el material se somete durante la transformación a procesos y tiempos exigentes.

Así, explica Paredes, que en su trabajo, uno de los primeros pasos es revisar la fecha de compra de las maderas luego de acopiadas pues, el tiempo de secado y de almacenamiento influyen directamente en la calidad del instrumento. Por ejemplo, una tapa de resonancia en pino debe permanecer almacenada y seca, al menos cuatro años para que el material alcance la resistencia y resonancia ideal para una guitarra; si es en cedro, mínimo un año; en Palo de rosa, entre cuatro y siete años –aunque los expertos aseguran que el tiempo ideal son 30 años– y si es en Ébano, siete años aunque repiten los más versados, deben ser entre 25 y 30 años de secado.

Otros datos de vital importancia para un lutier tienen que ver la edad de la madera que usará, saber si el tronco del árbol del que proviene es joven o viejo pues, es condición usar siempre en instrumentos, maderas de vetas muy unidas, es decir, de arboles longevos (3), y cuya edad también favorezca la resonancia, una virtud que adquiere el material con el paso de los años, esto, gracias a la fotosíntesis; un proceso en el cual el árbol pierde, poco a poco, las resinas acumuladas en su tronco hasta que luego de cumplidos 200 años, desaparecen; precisamente, esta es una de las condiciones que han hecho exclusivos y costosos los violines Stradivarius.

De igual manera, las condiciones del corte (4), la técnica y la sección escogida del árbol, influyen en la calidad del instrumento. Según explica el maestro Paredes, el corte de la madera, en sitio, es distinto al que se adelanta para fabricar otros elementos: éste debe ser radial y sobre la parte más estrecha del tronco dado que ofrece mayor dureza y resistencia; para piezas como por ejemplo, la tapa armónica de una guitarra, donde se ubica el puente y sobre la que se ejerce mayor, se utiliza madera de veta muy estrecha.

 El Arte Paciente

Para la mayoría de los actuales lutieres, cuando de fabricar guitarras se trata, el modelo primario obligado es la famosa que utilizaba Andrés Segovia, reconocido interprete español fallecido en 1987 y quien fuera considerado el padre del movimiento moderno de la guitarra clásica, gracias a sus aportes en materia constructiva y acústica (5).

Para el maestro Paredes, así como para la comunidad de lutieres, esta es también la base de su trabajo, aunque en su caso particular inicia con una cuidadosa selección del material para fabricar las diferentes piezas que componen el instrumento –arcos, mástil, cuello, puente, tapa, tapa armónica, roseta, diapasón– y continua con el acople manual.

Vale anotar que para el pegue de los mangos, que es la primera parte a armar, Paredes utiliza adhesivo industrial o, cuando tiene posibilidad, cola de carpintero –en polvo lista para mezclar con agua a temperatura media– aunque esta ya no se produce en el país y debe importarla. Después, ensambla las tapas que asegura con pegante de polivinilo y que somete a lijado para afinarlas y coloca la roseta, la sección de figuras y colores que rodean el orificio de la tapa superior y que arma con pedazos pequeños de meple.

Seguidamente, encaja los arcos que moldea según la necesidad, generalmente, con calor y humedad a partir del vapor de agua. Paredes afirma que la mayoría de maderas que utiliza son fáciles de doblar, aunque especies como la Bubinga o el Paduc cuya rigidez las pone en alto riesgo de quiebre, le exigen hallar el punto exacto en el que pierdan su memoria sin afectarse. Otras, como el Palo de rosa, debe someterlas a procesos anteriores al doblado para obtener resultados: un pulimiento hasta que alcance los  2.2 milímetros (medida en la que pierde su memoria) y le permitan trabajarla fácil y seguro.

Paso seguido monta el puente y el diapasón proceso que, como en todo el ensamble general, realiza utilizando diferentes formaletas a manera de moldes, en los que acopla las diferentes partes: arma las tapas, pone los aros, encinta los aros, coloca el mango y ensambla.

Finalizado el armado, comienza el proceso de medciones y ajuste del instrumento, según la densidad y acústica de la madera seleccionada. El maestro paredes consulta, para esta fase, el ‘Big red book of American luthier’, previo conocimiento de lo que podría llamarse “la física de la música”, en la que se determina las vibraciones por segundo, densidades de los cuerpos, sonido, infrasonido, ultrasonido, ondas mecánicas, a partir de una serie de formulas matemáticas que le permiten identificar y trabajar las notas.

“Si alguien toma una guitarra, sin cuerdas, y la golpea suavemente con los dedos, en la caja de resonancia deben producir tonos en Si bemol, en La o en Sol sostenido que identifican al instrumento y permiten saber si la caja está afinada o no. Si lo está, la resonancia será mayor y por consiguiente, su capacidad de reproducir sonido también”, explica Paredes;  es lo que se conoce como ‘simpatía’.

Otro es el manejo que se da a los instrumentos en las fábricas de guitarras que producen en serie, afirma Paredes pues, “ellas calibran todas por igual, un gran error porque la madera nunca es homogénea y cada instrumento suena diferente”; las guitarras de fábrica y las hechas por un lutier son instrumentos radicalmente distintos, por el trabajo de calibración de la madera”.

Para terminar, el maestro da pulimiento y barniza a su obra con laca nitrocelulosa –cuando se trata de una nueva– ya, si es un instrumento de apariencia antigua, utiliza goma-laca disuelta en alcohol industrial para lograr un efecto que se conoce como “acabado francés”. El barnizado tiene gran importancia en la fabricación de instrumentos, de hecho, parte de la fama de los codiciados violines Stradivarius, se atañe a sus barnices al aceite, variedad que poco se emplea ya porque, aunque ofrecen un acabado de gran factura, presentan un secado muy lento.

El proceso de fabricación termina con un pulimiento con lija 1500 y la aplicación de Rubin compound, una crema especial para pintura.

Las Escopetarras: Símbolo y Perfección

El sitio para la labor creativa y constructiva, que ha destinado en su casa el maestro Paredes, está lleno de un sin número de herramientas, maquinaría y elementos –como una sierra de trompo, una planeadora, una sin fin, cepillos, pulidoras, una calibradora de arrastre automático y una de arrastre manual lijas, destornilladores y pedazos de madera hasta moldes para los arcos de las guitarras o piezas terminadas para acoplar –que conforman el universo de este genio de la madera y de su familia.

En realidad, se trata de una empresa familiar, de la cual el maestro Paredes es el pionero y en la que sus tres hijos cumplen funciones específicas: Ana María, elabora instrumentos y se encarga de los temas administrativos, Juanita, diseña y participa en los acabados, y su hijo mayor, José Alberto, adelanta, como su mano derecha, los trabajos constructivos; vale anotar que José Alberto es también el vicepresidente de la Asociación Colombiana de Lutería, que ha logrado reunir a más de 70 lutieres en algo más de dos años de existencia.

Todos, participan en las labores reparación de instrumentos y en la fabricación de las 15 guitarras finas que, aproximadamente, produce el taller anualmente, y en la de cerca de 70 instrumentos profesionales –aunque de menor factura–, entre los que se encuentran guitarras, tiples, bandolas, cuatros, bandolas llaneras, guitarras barrocas, guitarras romántica y laúdes.

Pero entre este particular portafolio, existe una creación que se destaca de manera especial, un instrumento que le ha permitido, tanto a su autor como a su constructor ganar reconocimiento internacional, abanderar una causa tan necesaria y abogada como la paz y en esa medida, trabajar con las Naciones Unidas: La Escopetarra, instrumento ideado por el músico colombiano Cesar López y que fue materializado por el maestro Paredes quien, a la fecha, ha elaborado 18 de estos símbolos de paz y reconciliación.

La vida de este “ebanista de la música” quien además trabaja, y desde hace varios años, en un libro con información variada sobre la construcción de instrumentos y que incluye textos, cuadros, fotos, gráficos y gran cantidad de información dirigida a los apasionados por la lutería, se mueve placida entre maderas y sonoridades.

Actualmente dicta conferencias sobre el oficio pero también adelanta como hobby, la construcción de guitarras de distintas épocas de la historia, con las que pretende completar una colección de aquellas que han incidido en el cambio y evolución del instrumento, desde 1650 hasta nuestros días. De hecho, ahora trabaja en la fabricación de una réplica de la guitarra ‘Gustiniani’ de Antonio Stradivarius, de 1681, una pieza especial cuya finalización, bien podrá tomarle varios años de su vida pero que seguramente llevará a buen fin pues, en el trasegar de los días ha sido precisamente su oficio, el que le ha dotado de paciencia, dedicación y apasionamiento para ofrecer las más bellas vehículos sonoros, en madera.

Citas:

  1. Sharing information & inspiration for musical instrument makers.
  2. Instrumentos originales de América, que se basan en otros de cuerda y que fueron introducidos por los conquistadores españoles en el siglo XVI y XVII. Uno de los artículos citados fue publicado en la Revista 96 de la asociación (invierno del 2008), bajo el nombre The Colombian Andean Bandola’ (‘La Bandola Andina Colombiana’).
  3. En su período de juventud, los árboles crecen rápidamente y sus anillos aparecen distanciados pero con el paso del tiempo, el crecimiento disminuye y el espacio entre ellos se reduce.
  4. El corte de los árboles debe realizarse en cuarto menguante de la luna, porque la savia, en esta fase, se concentra en las raíces, liberando de ella y de resinas, los vasos capilares. Si el corte se efectúa cuando la savia se concentre en el tronco o ramas, es decir, cuando la planta se alimente, la madera se pudre o se vuelve susceptible de sufrir enfermedades.
  5. Segovia descubrió que los instrumentos existentes hasta la segunda décadas del siglo XX, no producían el volumen suficiente como para sonar correcta y poderosamente en grandes salas de conciertos, hecho que lo impulsó a trabajar conjuntamente con el lutier Hermann Hauser, para desarrollar, en 1937, lo que hoy se conoce como guitarra clásica.

 

Fotos:

  • Javier Colorado Molano

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