Monte Bravo: Comunidades Vulneradas que, de Pie en el Bosque, Retan al Futuro

Alexandra Colorado Castro

Redacción M&M

Luego de dos años de un arduo proceso de aprendizaje y capacitación, dos comunidades vulnerables asentadas en la región del bajo atrato en el departamento del Chocó han adelantado, de la mano de Acción Social – PCI y UNODC, un proyecto integral en el que es el bosque y la actividad forestal, la promesa para un mejor mañana. La revolución del hacer a partir del querer

Algunas de las zonas más promisorias de Colombia –cultural, ambiental, económica y productivamente hablando–, son también y tristemente, de las más golpeadas por los ya “familiares” fenómenos de narcotráfico y violencia; bajo la sombra de sus consecuencias, comunidades enteras han perdido, además de sus tierras y miembros, la posibilidad de labrarse un futuro en el que la miseria no encuentre maneras de enconarse.

En el departamento del Chocó, en la zona que corresponde al Bajo Atrato se levantan, precisamente, dos municipios cuyos moradores intentan romper con un largo historial de olvido y tragedia a través de la implementación de un proyecto orientado al mejoramiento de las condiciones de vida local en el marco del desarrollo alternativo y que tiene como uno de sus soportes principales, las prácticas para el manejo racional sostenible de los recursos forestales: el proyecto Monte Bravo (ver recuadro).

Con la guía de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito – UNODC, y el apoyo de la Agencia Presidencial para la Acción Social y la Cooperación Internacional – Gestión contra cultivos ilícitos – Acción Social – PCI; las comunidades de Ríosucio y Carmen del Darién –compuestas fundamentalmente por afrocolombianos, muchos de ellos desplazados y desmovilizados– trabajan desde enero de 2007 en un proceso que va más allá de la simple aprensión de técnicas para aprovechar más y mejor sus recursos naturales; implica drásticos cambios en su manera de planear y ejecutar actividades, en sus modelos de asocio, de trabajo, en sus canales de comercialización tradicionales y en la manera de ver el bosque.

Hoy, luego de casi tres años de labores, comunidad y gestores presentan un interesante balance en el que cerca de 400 familias han logrado unificar esfuerzos para formular planes de manejo forestal sostenibles  para una superficie de 37.800 hectáreas, de las cuales 21.775 hectáreas de bosque tendrán un enfoque productivo bajo los criterios del manejo sostenible, montar un eficiente sistema de extracción de madera, construir dos centros para transformar la materia prima y nichos prometedores de venta para sus productos, en un intenso proceso de capacitación.

El éxito del proyecto, hasta el momento, parece radicar en que es la comunidad la responsable expresa de financiarlo, ejecutarlo y llevarlo a buen término y en buena medida; en que es ella la “doliente” porque además de la cuota de mano de obra que aporta en su ejecución, han destinado gran parte de los ahorros obtenidos de su labores en el programa Familias Guardabosques, a dar vida y sustento a esta iniciativa.

La Génesis del Cambio

a etapa de incorporar conceptos de planificación sostenible y la concertación social para emprender el proyecto, la etapa que demandó más tiempo. Crédito: Alexandra Colorado Castro.

Geográficamente, el proyecto Monte Bravo – núcleo Chocó, opera en los municipios de Riosucio, Carmen del Darién, Acandí, Unguía y Belén de bajirá, siendo los tres últimos donde se concentran los trabajos de plantaciones forestales, sistemas agroforestales con cacao y silvopastoriles y en los dos primeros, específicamente en los Consejos Mayores comunitarios de Domingodó (Carmen del Darién) y Salaquí (Riosucio), los de manejo forestal sostenible (1).

Explica Juan Manuel Mancipe, ingeniero forestal y Coordinador del núcleo Chocó al servicio de la UNODC, que las actividades arrancaron en el año 2007, luego que esta dependencia de las Naciones Unidas encontrara en la zona, condiciones para aplicar los modelos productivos adelantados en otras regiones del país: territorios recuperados (y por recuperar) de cultivos ilícitos, una riqueza social y ambiental a gran escala y comunidades vulnerables vinculadas al programa de Familias Guardabosques, génesis de la iniciativa (2)

Monte Bravo entró a apoyar, precisamente, ese programa de Acción Social aplicando un modelo de intervención, inversión y trabajo dinámico, atractivo para las comunidades y sostenible en lo social, lo económico y lo ambiental; en el que las familias aportaban gran parte del dinero ahorrado de los pagos por sus actividades en Familias Guardabosques a fin de iniciar un proyecto productivo que generara ingresos en el corto plazo y perdurara a través del tiempo –y que en lo forestal se extendería a una proyección mínima de 20 años–; y Acción Social – PCI y la UNODC les brindaba asistencia técnica y logística para montarlo, y apoyo económico para la adquisición de insumos, maquinaria y equipos. La iniciativa tuvo eco.

“La labor de promoción se adelantó –principalmente– en territorios colectivos, por eso la idea fue puesta a consideración de las Juntas de Gobierno de los Consejos Comunitarios de la zona que, interesados, explica Jaime Terán, coordinador técnico de proyectos productivos para la costa pacífica – UNODC, coordinaron con los consejos menores para conformar los comités productivos de los que posteriormente nacieron las asociaciones forestales y agroforestales, asistidas por la UNODC para su constitución legal: estatutos, reglamentos y demás”.

Las partes comenzaron a trabajar: las familias, animadas por lo que representaba una nueva alternativa para mejorar su calidad de vida, se vincularon a los trabajos de plantaciones y manejo forestal comprando equipos y maquinaria, y aportando además de la mano de obra, algunos insumos y material vegetal existente en sus fincas. Por su parte, los promotores se encargaron de atender detalles técnicos como transporte, combustible, alimentación durante las jornadas de trabajo y el suministro de material vegetal, pero, principalmente, de acompañar, monitorear y capacitar integralmente a las comunidades (ver cuadro 1).

Las dos asociaciones constituidas en la zona para efectos forestales: APAFCD – Asociación de Productores forestales de la cuenca del río Domingodó (con 148 familias); y ASOFORESA – Asociación de Productores forestales de la cuenca del río Salaquí (con 244 familias), junto con la UNODC y Acción social diseñaron la estructura del componente forestal del núcleo Chocó, en un proceso participativo y programático de Plan de Manejo Forestal dividido en tres fases: planes de manejo forestal y planes operativos anuales, ambos aprobados por CODECHOCO; y aprovechamiento, transformación y comercialización del recurso por parte de las asociaciones de productores.

El Bosque: Sustento y Soporte

Uno de los rubros de inversión más importantes para las asociaciones es el de maquinaria y los aserríos, los equipos para transformas mucho más que la madera. Crédito: Alexandra Colorado Castro.
  • Inventario Forestal

En la primera fase técnica –y ajustados a procedimientos estadísticos de muestreo– un promedio de 60 personas de las comunidades, previamente capacitadas, realizaron la localización, medición e identificación de árboles a partir de 10 cm de diámetro (a la altura del pecho – DAP Fustales) e  inventariaron, bajo rigor estadístico, individuos de especies arboreas con diámetros inferiores a 10 cm (brinzales y latizales); en un proceso que se adelantó con la asistencia y supervisión de técnicos y consultores de Nacionales Unidas – UNODC, a partir de una cartografía base que tuvo como fundamento imágenes satelitales y planificación preliminar.

Luego, y a partir del análisis de los datos condensados, acorde con lineamientos técnicos, el programa estableció criterios de manejo tales como los diámetros mínimos de corta para cada especie, máximos volúmenes permisibles para el aprovechamiento y algunos factores de protección ecológica como: índices de valor de las especies inventariadas, su estructura y distribución poblacional en la zona, además de proyecciones de crecimiento del bosque; de hecho, afirma Mancipe, el objetivo del inventario forestal no fue buscar madera para aprovechar, sino establecer las condiciones del bosque y las de cada especie en términos de población.

Los árboles censados se dividieron en tres categorías: para aprovechamiento, como semilleros  o padrones y árboles remanentes).

Vale señalar que de las 167 especies encontradas en Domingodó, los resultados indicaron que, solamente, 18 presentaban condiciones de aprovechamiento dadas las características de su estructura poblacional, de las maderas, potencialidades de uso y posibilidades de mercado y que de las 163 especies halladas en Salaquí, 22 reunían también los estándares. Posteriormente, se dio paso a la formulación de los planes de manejo forestal para la zona, planes orientados a la conservación de los bosques pero con opción de aprovechamiento (3).

Una vez aprobados los planes de manejo forestal por parte de la corporación autónoma regional para el desarrollo sostenible del Chocó – CODECHOCO, el proyecto formuló los planes operativos anuales forestales basados en censos forestales (inventarios al 100% de las especies maderables seleccionadas con DAP igual o mayor a 40 cm) y que se constituyó en la herramienta de gestión, planificación y ejecución de la actividad forestal productiva de bajo impacto, sobre las primeras unidades de corta anual en cada una de las áreas definidas como productivas (4).

COMPONENTE FORESTAL

  • Tumba y extracción de la madera

Establecida la ubicación de los árboles aprovechables, habiendo señalizado cada árbol en el bosque, y con base en cartografía detallada con ubicación e información de cada árbol al interior de la UCA y plantillas de control aplicadas por el programa en las que indicaban las rutas de avance, comenzaron los motosierristas –personal de las comunidades capacitados para esas tareas y, en buena parte, madereros de oficio– las tareas de tala o aprovechamiento de la madera, la fase operativa en campo, del proceso.

Para esta etapa, las dos asociaciones vinculadas al componente, APAFCD y ASOFORESA, invirtieron en la compra de motosierras, y aserríos portátiles y estacionarios –capaces de cortar bloques de 10×10 pulgadas o menos, con precisiones milimétricas– a fin de ganar eficiencia en el trabajo, en la calidad del aserrado y dimensionamiento de la madera, y reducir los altos niveles de desperdicio que se registraban en la zona por cuenta del uso del hacha.

Sin embargo, señala Mancipe, que la incorporación de tecnología ha representado también grandes retos para las comunidades no sólo por el mantenimiento y el acceso a los repuestos que, en campo, resulta muy costoso y complejo, por distancia y tiempo –el reemplazo de un tornillo puede representar, fácilmente, ocho días de inactividad–; sino por la adaptación misma a la maquinaria y a su manejo, en un proceso de transferencia que aunque lento, ha sido bien llevado por los operarios responsables de las tareas forestales.

Ya, para efectuar el transporte de la madera de las áreas de corta a los centros de acopio –etapa final de la fase de aprovechamiento del Plan de Manejo y a partir del modelo digital del terreno obtenido también en la fase de mapeo del área– las comunidades instalaron y actualmente emplean sistemas de cables aéreos, semi mecanizados e impulsados por motosierras y poleas; conforme las prácticas de impacto reducido propias de los modelos responsables en cuanto a lo productivo y ecológico.

Según Carlos Hernán Agualimpia Mena, Representante de la Cuenca Mayor del Río Domingodó, este sistema ha significado para la zona, para la comunidad y específicamente para APAFCD, un giro radical en la manera de extraer el recurso. “Antes, la madera se sacaba a hombro, en jornadas de varios días y con un desgaste total para los cargueros; ahora, podemos transportar cantidades mayores en cuestión de minutos; el sistema soporta hasta 160 kilos y realizamos en promedio 120 viajes al día –a través de los 3.0 kilómetros de extensión que abarca el cable–, lo que nos da un volumen de 40 metros cúbicos transportados semanalmente.

De acuerdo a datos establecidos por Monte Bravo, los sistemas de cable por poleas de APAFCD y ASOFORESA –muy sencillos, instalados en enero del 2009, que inician desde el aserrío en el bosque hasta el punto de acopio y que sólo requiere la intervención de cuatro personas por tramo para operarlo–; le ha permitido a la asociación ahorrar hasta un 70 por ciento en los costos y tiempos del proceso y de paso, proteger la zona de los estragos que producen sistemas de extracción tecnificados en los que es necesaria la apertura de carreteras; las áreas explotadas sufren compactación de suelos y la destrucción de la masa boscosa y que son económicamente insostenibles para las comunidades.

Vale anotar que en los pagos por todas las tareas desarrolladas en campo, las asociaciones incorporaron el criterio de rendimiento productivo, de manera que los montos se establecieran en función de los niveles alcanzados, con ganancias extra para los operarios, de superar los establecidos. Así por ejemplo, para los inventarios en los que participaron macheteros, wincheros, anotadores, medidores y ayudantes, entre otros, los jornales no fueron menores a 25 mil pesos, mientras que para los motosierristas, a quienes se les condicionó a una producción de 800 pulgadas de madera en bloque, alcanzaron los 50 mil pesos diarios.

Hasta el momento, las comunidades de Domingodó y Salaquí, apropiadas del manejo sostenible de sus recursos forestales maderables, han aprovechado más de 2.160 metros cúbicos de madera en troza y han transformado unos 780 m³, en elementos para carpintería y hogar que están ganando mercado en el área, con una alta cuota de constancia, y que logran las comunidades en el tercer estadio del Plan: sus centros de transformación.

  • Transformación del Recurso

 Tras los avances importantes en la implementación de sus planes de manejo forestal sostenible, las dos asociaciones productivas que funcionan en los municipios de Riosucio y Carmen de Darién cuentan a la fecha con importantes volúmenes de madera en pie, pero también con un lugar para transformar el recurso natural: una infraestructura que crece a la par con la celebración de nuevos negocios, dotada con máquinas y equipos nuevos y un grupo de habitantes de la zona capacitados para aprovechar la madera y producir con ella.

Específicamente y a razón del eficiente trabajo en bosque, APAFCD construyó en Domingodó, a comienzos del año 2008, un centro de transformación que hoy alcanza una inversión de 400 millones de pesos, un área aproximada de 200 m² y que emplea regularmente y dependiendo de los volumenes de trabajo; entre dos y seis operarios –lugareños y miembros de la asociación– capacitados por funcionarios de los entes ejecutores en temas como el manejo de equipos, elaboración de productos en madera, racionalización de la materia prima y seguridad industrial. (4)

El centro está dotado, actualmente, con motosierras, sierras circulares, cepilladora, planeadora, sierra radial, machihembradora y afiladora de cuchillas; además de un kit de herramientas eléctricas y herramientas manuales de carpintería; todo, adquirido con una buena dosis de esfuerzo, planeación y ganas de avanzar.

“Los equipos los compramos con los recursos que ahorramos con el programa Familias Guardabosques; recibíamos 600 mil pesos cada dos meses de los cuales guardábamos 240.000 en el Banco del Ahorro, y cuando se dio esta oportunidad, decidimos crear empresa”, comenta Héctor Córdoba quien también afirma que Acción Social – PCI y la UNODC, han aportado para la compra de algunas de las máquinas más costosas o de mayor nivel tecnológico.

De hecho, y dado el crecimiento alcanzado por esta asociación y las necesidades que aparecen en la medida que superan etapas en la transformación de la madera, los entes ejecutores apoyaron con recursos económicos la compra de una cámara de secado de 9.0 metros cúbicos netos y 86 millones de pesos –instalada en junio de 2009– y la adquisición de una sierra sinfín que entró a operar a inicios de 2010, y gracias a la cual la asociación ha estimado, podrá triplicar su producción (5).

Tablas, listones, cercos durmientes y otras piezas de madera aserrada –dimensionadas según las especificaciones de medidas y acabados solicitadas por cliente– junto con productos acabados, semi cepillados, cepillados, machimbrados, traslapes y madera seca en cámara (ver cuadro 2) comprenden actualmente la oferta de las asociaciónes a su mercado, concentrado en la zona y en algunos municipios aledaños como Turbo.

Sin embargo, entre las metas de los miembros de APAFCD y ASOFORESA está ofertar con éxito en el mercado nacional y porque no, en el internacional, propósitos que acarician y que según afirman los funcionarios UNODC y Acción Social – PCI, no sólo es posible sino inminente, aunque el proceso debe adelantarse de forma cuidadosa para asegurar continuidad y productos con la calidad que exige el mercado.

Mercado: Hay Futuro

Centro de transformación de APAFCD. Crédito: Alexandra Colorado Castro.

“La base de todo esto es el manejo forestal, es lo que da fortaleza a estas organizaciones en el sentido que son pocas las empresas que pueden decir que son dueñas de su materia prima; ellos no dependen de que suba o baje el precio, que suba o baje el petróleo; tienen el recurso bajo manejo y tienen en su cadena un nivel básico de transformación con un criterio de sostenibilidad y producción a perpetuidad”.

Para Juan Manuel Mancipe, en efecto, una de las grandes ventajas que estas comunidades y sus asociaciones tiene sobre otras, e incluso, sobre empresas dedicadas a actividades de transformación de la madera, es la disponibilidad del recurso y la forma como ahora lo conciben y aprovechan pues, producto de los trabajos de capacitación –en todas las áreas– la comunidad ha despertado un fuerte sentido de protección del recurso y producción sostenible, que resulta muy conveniente para mercados forestales de línea ambiental.

No en vano comenta Alejandro Pacheco Zapata, Consultor organizacional en comercialización y cabeza de esta unidad en el núcleo Chocó que, específicamente, APAFCD ha logrado –además de ganar un puesto entre los proveedores de productos en madera de su zona– hacer contacto comercial con una empresa bogotana (Tecnimaderas) que demanda volúmenes importantes de materia prima certificada y con la cual es posible arrancar los despachos nacionales y con el Consejo Colombiano de la Construcción Sostenible.

Por su parte las dos asociaciones de Tumaco (apoyadas también por Acción Social – PCI y UNODC) –que han celebrado ya contrato con la inmunizadora Serrano Gómez para la producción de crucetas y que van por su tercera entrega en un proceso muy positivo para los socios, por las exigencias en calidad del cliente–, adelantan actualmente conversaciones con la empresa IMA, fuerte exportadora nacional, comprometida con la responsabilidad ambiental y social, que ha visto en ASOFORME y PROFORCHA, proveedores ideales para cumplir las exigencias ecológicas y ambientales de mercados como el norteamericano y europeo.

A nivel local y en el ámbito de la comercialización de la madera, reconocen los encargados de promover los productos de las asociaciones que no es fácil competir con otros proveedores a razón del precio, y que, pese a que los clientes ven en el proyecto sus bondades sociales y ambientales, muchos prefieren seguir comprando madera ilegal porque sencillamente resulta más rentable y no les interesa ni el origen del recurso, ni la sostenibilidad del bosque.

Por estas razones, tanto asociaciones como los entes ejecutores del programa se han inclinado por ofrecer el portafolio de producto a empresas cuyos compromisos comerciales con mercados exigentes, ambientalmente hablando, les exija consumir madera legal, proveniente de bosques bien manejados, pero también que incluyan en sus políticas planes de responsabilidad social –interesadas en apoyar iniciativas como Monte Bravo y que ven en estas organizaciones productivas, sociedades amigas del desarrollo alternativo y cuyos trabajos aportan además y grandemente, al desarrollo socioeconómico de poblaciones vulnerables.

De todas maneras el mercado se inclina, cada vez más y con mayor interés, a demandar productos forestales de origen orgánico y/o sostenible y obtenidos bajo procesos y prácticas ambientalmente amigables pues, tal como asegura Jaime Terán “las empresas de la cadena tendrán que rendir cuentas del origen de sus materias primas, al Estado o a la sociedad, en un futuro no muy lejano”, hecho en el que iniciativas como la reciente firma de ‘El pacto por la madera legal’, tienen gran importancia (ver Revista M&M, edición 65).

Planes y Proyectos: Auto sostenibilidad es la Consigna

Entre el abandono y la pobreza, las comunidades del  Chocó demuestran su poder para revertir su realidad. Pie de Foto: Crédito: Alexandra Colorado Castro.

Sin duda, las asociaciones han superado sus metas: han articulado un consenso colectivo, se han formalizado y legalizado, cuentan con planes de manejo y aprovechamiento aprobados, han construido infraestructura, se han capacitado y han adquirido maquinaria operándola satisfactoriamente; todo, en un proceso que al sol de hoy les ha permitido alcanzar también cierta madurez para adelantar, de manera autónoma, sus proyectos productivos.

Precisamente y dado que para el proyecto Monte Bravo, es responsabilidad de las comunidades hacerlo autosostenible; hoy, los entes gestores evalúan el grado de desarrollo alcanzado por las asociaciones a fin de determinar sus fortalezas, pero sobre todo la manera de superar la principal limitación que evidencian hasta el momento: producir regular y sostenidamente.

Más allá de las capacidades e inversiones, la regularidad en este campo le ha exigido a las comunidades, desarrollar habilidades logísticas para sincronizar producción y simultáneamente, el corte de madera en bosque, el transporte, maquinado y las ventas. “Se trata de una dinámica compleja, que requiere de varios grupos de trabajo capacitados y funcionando simultáneamente, y de fondos operativos para soportar los pagos mientras se logra la comercialización y los ingresos por la venta de la madera y sus productos; y es una etapa crucial para lograr la gestión autónoma de los proyectos”, afirma Jaime Terán.

Tras la proyección de ese engranaje, se soportan y avanzan los trabajos para cumplir las metas propuestas por Monte Bravo, fijadas por las comunidades y en las que el fortalecimiento social, la consolidación del modelo productivo y la rentabilidad económica son las prioridades.

Así, inicialmente y en lo productivo, los objetivos apuntan a que cada una de las asociaciones aproveche un mínimo de 1000 m³ anuales de madera en rola y comercialice 400 m³ de madera aserrada en productos con diferentes dimensiones y acabados; es decir, que alcancen un ritmo de producción del 50 por ciento del potencial de aprovechamiento y capacidad de transformación instalada. Ya, al finalizar el proyecto, se estima que las asociaciones habrán alcanzado un nivel de aprovechamiento, transformación y comercialización superior al 80 por ciento del potencial que ofrece el bosque y de la capacidad procesadora con la que cuentan.

Vale anotar que en ambas proyecciones de tiempo, Monte Bravo se ha propuesto mejorar la calidad de productos como machimbre, tablas para techos, paredes y pisos –rentables en los mercados locales– y de las crucetas pre-dimensionadas y con cepillado en cuatro caras –competitivos en los mercados nacionales–, a fin de consolidarlos y celebrar alianzas con otras empresas, como las que se han propuesto para IMA, interesada en maderas semiduras y blandas; la Sociedad Portuaria de Tumaco, para depósito, punto de venta y tercerización tecnológica de las maderas; y Signa Grain Ltda, en la promoción y uso de maderas alternativas.

Las comunidades, aunque consientes que deben ganar experiencia a nivel local y nacional, igualmente, aspiran a la conquista de mercados internacionales pues, como hecho positivo y gracias a la gestión del área de comercialización, la naturaleza del proyecto y el manejo dado al recurso; productos como la madera seca han despertado el interés entre ciertos compradores en Emiratos Árabes, Israel y España, mientras avanzan con prometedores resultados la oferta de madera a asociaciones en Francia y la  remisión de muestras a empresas Chinas con socios comerciales en Colombia.

Hoy las familias, aunadas en sus asociaciones, adelantan sus faenas de trabajo respetando los criterios de sostenibilidad de los planes de manejo forestal y planean su futuro, generando un valioso capital social, vinculado al manejo responsable de los recursos naturales existentes en sus territorios.

Ahora, aprovechan sus centros de transformación y sus tiendas, espacios que han abierto para la productividad y que no son más que el reflejo de un esfuerzo honesto por avanzar; y retan al futuro capacitando a sus hijos –cuando las posibilidades de estudio se ven ajenas–, para que sean propulsores de un programa de vida que prueba permanentemente su liderazgo y les exigirá mejorar sus competencias para soportarlo y sostenerlo. La cosecha, promete los mejores frutos.

Citas:

El Manejo Forestal Sostenible es el proceso de administrar en forma permanente la tierra forestal y de lograr uno o más objetivos claramente especificados para alcanzar un flujo continuo de bienes y servicios deseados del bosque, sin una reducción indebida en sus valores inherentes ni en su productividad futura y sin efectos no deseables en el ambiente físico y social. Organización Internacional de las Maderas Tropicales (1991). Vale señalar que cerca de 10 millones de personas, en el mundo, tienen su fuente de sustento en el MSBN para producción maderable y otros bienes, mientras que 149 países están desarrollando criterios de MSBN y alrededor de 123 millones de hectáreas están bajo esquemas de MSBN, 13 millones de ellas, certificadas con sello verde. En Colombia existen muy pocos bosques naturales bajo manejo sostenible.

Mayor información sobre el Programa Familias Guardabosques: Revista M&M 45, septiembre – diciembre de 2004.

Según Mancipe, el bosque censado presenta en promedio, 220 a 230 individuos por hectárea, pero, por hectárea el programa estableció únicamente el aprovechamiento de 4 o 5 individuos y de especies definidas. De acuerdo a los lineamientos del plan de manejo, el máximo potencial a cortar fue de 43 m³ por hectárea y con un aprovechamiento distribuido de manera homogénea para evitar impactos concentrados.

Igualmente ASOFORESA en el casco urbano de Riosucio cuenta con un centro de transformación de similares condiciones.

La superficie máxima de la unidad de corte anual – UCA equivale a la superficie de bosque productivo divido en 20 (ciclo de corta previsto a 20 años) y cada año podrán adelantarse labores de aprovechamiento, exclusivamente, en una sola UCA. Siguiendo esta disciplina, en el año 21, podrá retornarse nuevamente a la misma UCA aprovechada el primer año que se espera, estará en igual o mejor condición.

Uno de los productos de mayor demanda es el machimbre, del cual la asociación produce diariamente 12 bultos; con la incorporación de los nuevos equipos, la producción aumentaría aproximadamente en 30 bultos, de cualquier especie. Actualmente, el precio del machimbre, por bulto está en 120.000,

 Fuentes:

  • Juan Manuel Mancipe Álvarez, Ingeniero forestal, coordinador del núcleo Chocó proyecto Monte Bravo – UNODC. mancipe@unodc.org
  • Alejandro Pacheco, Consultor organizacional en Comercialización. pacheco@unodc.org
  • Jaime Terán, Ingeniero Forestal, Coordinador técnico proyectos productivos costa pacífica proyecto monte bravo – UNODC.

 (“) Apoyo al monitoreo e implementación de una estrategia integral y sostenible de reducción de cultivos ilícitos y promoción del desarrollo alternativo en Colombia”, es el nombre oficial del proyecto, aunque, internamente, UNODC, lo ha designado como Col/J86; regionalmente las comunidades lo han denominado Monte Bravo.

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