Muebles Kitsch: Particular, Pintoresco, Popular… La Homogenización del Diseño

Se le ha calificado como un estilo que representa el “mal gusto”, lo excéntrico y recargado. No obstante, con el paso del tiempo se ha convertido en una de las tendencias estéticas que, por propositiva, aun prevalece y se mantiene debido a la aceptación que tiene en ciertos segmentos –tan particulares como sus piezas– del mercado.

Objetos en amarillo, fucsia, naranja, combinados con otros colores como el azul, blanco o violeta; piezas zoomorfas que representan gatos, perros o aves elaboradas en resinas, metal, cerámica o madera; formas que van desde rectas y sutiles hasta voluminosas y llamativas; muebles que no reparan en disimular su antigüedad. Lograr contrastes e impactar al espectador es su propósito. Así es el estilo kitsch, el cual, después de casi un siglo de su nacimiento, sigue causando controversia debido a la gran aceptación popular de la que goza, en contraposición del poco beneplácito que la academia le ha otorgado.

El término kitsch, proviene del vocablo alemán kitschen, que significa ‘barrer mugre de la calle’ y hace referencia al arte que es considerado una copia inferior y vulgar de un estilo existente, generalmente aceptado y promovido, éste último, desde la academia como sinónimo de diseño de alta gama.

Como tendencia estética, el kitsch nació en la ciudad alemana de Münich, en la década de 1860, cuando los dibujos o bocetos de artistas no letrados eran fácilmente comercializados. Bajo el término se fueron sumando con el tiempo, aquellos objetos y accesorios cuya elaboración y materiales con los que se fabricaban, eran una imitación de los originales que en efecto se producían de forma artesanal o industrial, con mejores materias primas y procesos.

Así, estas piezas kitsch comenzaron a ser asociadas con un estilo vulgar, propio de la nueva clase burguesa que buscaba imitar la forma de vida, hábitos y cultura de las familias tradicionalmente adineradas de las ciudades; tratamiento que se extendió a diferentes manifestaciones artísticas como la arquitectura (1), la decoración de interiores, el diseño mobiliario y la moda, en el mundo entero.

Un claro ejemplo fue la llegada y consolidación, en las tres primeras décadas del siglo XX, del estilo kitsch, en Estados Unidos, gracias a la inmigración de la nueva clase burguesa europea, la cual promovió el movimiento en la arquitectura, campo en el que se fusionaron estilos como el barroco, gótico y rústico; y en el que predominaron elementos calificados como “extravagantes”: la talla de falsos escudos nobiliarios en las paredes, las columnas de gran altura y los espejos gigantes con marcos de madera estofada para simular otros materiales como el oro.

Lo kitsch; fue entonces –y pese a que rezaba sobre el la consigan que, como corriente era “estéticamente empobrecido y moralmente dudoso”– una manifestación de arte popular que democratizó el mundo del arte y que en su desarrollo ha revelado, específicamente en la industria del mueble, piezas de interesante aporte estético, conceptual, utilitario y cercanas a los consumidores, familiares y accesibles a ellos, si se quiere, en muchos casos.

Consolidación del Movimiento

A partir del ambiente y las interpretaciones citadas kitsch fue el término usado para referirse a un estilo decorativo que se nutre, y nutre a la vez, de otros movimientos postmodernistas que se caracterizan por lo exageradamente estilizado, artificioso, estrafalario, popular, barato e irónico, para “decir la verdad”; como el camp, el arte pop, el vintage o el Nuovi Nuovi. Gracias a ello, asegura el artista checo – argentino Federico Jorge Klemm (1942-2002), la definición de lo kitsch como estilo evolucionó hasta convertirse en “una categoría estética de nuestra contemporaneidad que no tiene que ver con una sistematización del mal gusto, sino con una exacerbación de lo artificial y lo desmesurado».

En el plano del espacio habitacional, el kitsch incorpora muebles, adornos, tapices, alfombras, cuadros, espejos, azulejos, ventanas, puertas, máscaras, cortinas –entre otros elementos– en un collage decorativo en el que el movimiento recupera lo más característico de épocas pasadas y lo más popular de su tiempo presente, para dar vigencia y proyectar cada objeto como una manifestación contemporánea de la realidad, la identidad y la cotidianidad de sus adeptos.

Así, son emblemas del movimiento la silla estilo Luis XV o victoriano; elementos propios del folclor de un país, como el gato japonés Maneki-neko, las cerámicas de México que representan a la Virgen de Guadalupe, o las muñecas rusas conocidas como matrioskas o los afiches de la sopa Campbell´s de Andy Warhol; todos, objetos de uso diario pero también con un fuerte contenido conceptual y casi íconos para ciertos grupos de la sociedad.

El resultado de la suma de todos estos elementos en una misma área, son ambientes que se califican como extravagantes, que van en contravía de estilos tradicionales, clásicos o estéticamente puros y limpios como el minimalismo; por eso, la importancia del kitsch está en su paso a ser un movimiento que nació de la necesidad de expresión de la clase media consumista –sin grandes aspiraciones intelectuales– a consolidarse como uno diferente y original, que ha tomado fuerza en las últimas décadas gracias al trabajo de jóvenes diseñadores que encuentran en él, la excusa perfecta para dar rienda suelta a su imaginación.

Sinergia de Estilos

El crítico de arte italiano, Gillo Dorfles, afirma en su libro El kitsch: antología del mal gusto, que este movimiento expresa una realidad social más que una complejidad técnica y que ahora llama menos la atención pues forma parte de nuestra existencia. Aunque en su origen, el kitsch se limitó a tomar prestado lo más popular de otros estilos para hacerlo suyo, lo cierto es que hoy en día se crean piezas –desde muebles hasta accesorios decorativos– con materiales inusuales que refuerzan el carácter ecléctico y original del estilo.

En términos generales, se puede decir que el mobiliario kitsch –el tema de nuestro interés– se fundamenta en las tradiciones de la antigüedad y en los procesos industriales como factor que hace posible la producción en serie; y se caracteriza por recurrir a lo llamativo y estrafalario –tanto en colores, como en materiales y texturas– para fusionar elementos sin ningún orden aparente para explotar al máximo los contrastes.

En la gama cromática característica en muebles, predominan tonos como el rosado, fucsia, amarillo, azul añil, verde manzana, rojo y violeta en todas sus variantes; los cuales son aprovechados por los diseñadores en los materiales base (maderas, plástico, etc.) y en las telas de tapicería, por lo general, de estampados llamativos en los que se destacan las rayas gruesas, las flores, las formas geométricas o aquellas que recuerdan lo psicodélico. A nivel de formas; imperan las curvas, en materiales como plástico, cerámica, vidrio, alambre, pieles sintéticas, acrílicos o madera poco barnizada.

Pero la evolución del estilo hasta nuestros días, no se ha quedado solo en la incorporación de nuevos referentes de la cultura, el concepto aplicado de funcionalidad ha sido determinante en el desarrollo de nuevos muebles kitsch; concepto que, originalmente, estuvo desligado del estilo pero que hoy por hoy –y gracias a la influencia del diseño de interiores como disciplina– apunta a hacer piezas más espaciosas y con mayores posibilidades de almacenamiento.

Otro hecho a resaltar es el uso, por parte de los diseñadores de muebles kitsch, de nuevos materiales como el acetato y la hojalata que, además de otorgar un toque de innovación al estilo y las piezas que llevan su sello, se constituyen en la apuesta de diseñadores jóvenes por el uso de materias primas reciclables.

Fácil de Conseguir

Una de las ventajas que ofrece el estilo kitsch es que resulta muy económico para el consumidor y sus piezas –desde mobiliario, objetos decorativos e incluso elementos de uso personal como joyas o ropa– son fáciles de conseguir. Como norma general, y como respuesta a la esencia kitsch de la que ya hemos hablado, los principales lugares en los que se pueden adquirir estas piezas son: bazares, los populares ‘mercados de las pulgas’, los anticuarios, y las tiendas de regalos; que existen prácticamente en cualquier ciudad del mundo.

En partícular, si se trata de mobiliario, los amantes del estilo aseguran que no es necesario gastar grandes sumas de dinero en tenerlas pues, al tratarse de piezas antiguas, su costo en el mercado puede ser hasta un 50 por ciento menos que el de mueble nuevo, con excepción de aquellas antigüedades que se consideran ‘difíciles de conseguir’ y que no entran en la categoría del kitsch; no hay que olvidar que entre más popular y tradicional el mueble –y de cierta forma, extravagante– mejor.

Precisamente, muchas de estas piezas se destacan por ser originales de su época, por haber sido elaboradas con materiales de calidad, que pueden ser fácilmente sometidas a procesos de restauración para dejarlas en perfecto estado o para recibir su toque kitsch, a través del aporte de la tapicería o la pintura. Igualmente, en estos lugares se pueden adquirir muebles y piezas de decoración, elaboradas con los materiales característicos de esta tendencia.

El éxito de estos muebles, se hace visible en la creciente aceptación que han alcanzado, junto con los muebles vintage (2) o retro, pues se trata de una moda que llegó hace un siglo, pero que en la última década ha influenciado a un consumidor jovén, ávido de reinventarse y darle un estilo propio a su vida; y en este caso, lo kitsch se convierte en una de las mejores opciones.

 Decoración estilo kitsch

En el pasado quedó el concepto de ‘mal gusto’ que la decoración de este estilo sugería. Ahora, tomando algunos conceptos básicos de la decoración de interiores, lo kitsch puede resultar en un ambiente armonioso, agradable, funcional y lleno de colorido; lo importante es combinar lo mejor posible de los muebles, con las texturas de paredes, cortinas, tapetes, la cojinería, y los elementos decorativos.

Algunos decoradores aconsejan, por ejemplo, que las piezas mobiliarias centrales se destaquen en el conjunto a través de su forma y del uso de colores intensos propios del estilo, pero que toda esa carga dramática, sea combinada con muebles auxiliares de tonalidades neutras, en beige o blanco, y formas sencillas y básicas.

Otro punto a aprovechar, y que marca la evolución de lo kitsch de lo inservible a lo aprovechable, es la capacidad de almacenaje que muchos de los muebles antiguos ofrecen, hecho que los convierte en piezas verdaderamente funcionales.

Citas:

  1. Ejemplo de ello es el edificio para el Ayuntamiento de Marin, en California, Estados Unidos, diseñado en la década de los 50 por el arquitecto Frank Lloyd Wright, que hace parte de su etapa creativa conocida como ‘fantasía kitsch’.
  2. Vintage: No es un término reconocido por la Real Academia Española (RAE). Se trata de una palabra inglesa que puede traducirse como “vendimia”, aunque se utiliza en castellano para designar a los objetos antiguos de diseño artístico y buena calidad. El significado del concepto tiene una lógica: en la antigüedad, las bodegas usaban el término para nombrar a los vinos que producían con sus mejores cosechas y que añejaban. La idea de vintage se extendió después a otros productos, sobre todo a los relacionados con la moda y el diseño. Hoy en día se habla de vintage como un estilo retro o clásico. Las creaciones vintage intentan recrear o imitar productos antiguos que siguen siendo valorados. Otros productos vintage son verdaderamente añejos (como vestidos de colecciones de años anteriores, muebles de segunda mano, etc.). En este sentido, el vintaje favorece el reciclaje ya que productos que se suponían pasados de moda vuelven al presente sin que se descarten.

Fuentes:

Fotografías:

 

 

 

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