Editorial 60

Sabemos que el éxito en los negocios no depende sólo de la buena voluntad y del entusiasmo de los administradores y propietarios. El comportamiento de la voluntad y el entusiasmo se ve afectado directamente por todos los factores que afectan de igual manera, el comercio y la viabilidad de la industria.

Los factores a los que me refiero, en este caso, son la construcción, la variabilidad del dólar, las exportaciones, las importaciones, las normas tributarias, el comercio, entre otros. En la medida que alguno de ellos o todos se muevan positiva o desfavorablemente, así se verán afectados la voluntad y el entusiasmo para aguantar los cambios y soportar la incertidumbre, de si vale la pena o no continuar con el negocio.

En el fondo creo que es apenas lógico que esto suceda, pues es obvio que dentro de la labor de administrar una empresa se prevea el futuro, buscando hacerla sostenible y rentable en el corto mediano y largo plazo; de no ser así es mejor buscar la manera de cambiar el norte o de cerrarla con el menor impacto posible.

Lo que no me parece lógico es la rapidez y la falta de información con la que se sacan conclusiones y explicaciones de por qué y cómo suceden las cosas y de cómo éstas afectan los negocios. Sucede como en los libros de Gabriel García Márquez, donde un rumor generalizado se convierte en una noticia que alarma a todo el mundo y obliga a tomar determinaciones basados en una mentira.

Lo digo porque he oído industriales que quieren cerrar sus empresas porque prefieren importar muebles chinos a fabricarlos o porque temen que la entrada de estos muebles perjudique sustancialmente sus negocios. Otros no creen aguatar la desaceleración de la construcción o la agresiva competencia local –creyendo que venden a pérdida–, o simplemente como “profetas” vaticinan que el dólar llegará a 1500 pesos impidiendo rentabilidad y competitividad.

También he oído a quienes afirman que el negocio ya no “promete” por que quedarán expuestos a pagar impuestos a causa del programa “Muisca” de la Dian y que tendrán que pagar –como debe ser– oficialmente a los empleados, los costos de los parafiscales, impuestos distritales y nacionales.

El problema no es quejarse o sacar conclusiones, creo que el problema es la falta de información y soporte para sacar conclusiones y tomar decisiones que, a la postre, serán desacertadas. Somos dados a generalizar una situación difícil y ha creer que lo que le pasa a uno le pasa a todos, sin investigar las causas de cada situación o encontrar elementos contundentes para ratificarla o controvertirla.

De lo negativo se habla con propiedad, con seguridad, se adopta, se generaliza y se dan ejemplos personales, se hace cree que a otros les pasará algo parecido, lo que genera una ola de desinformación o de información sesgada con consecuencias nefastas para los administradores y propietarios.

Mi punto, es que los industriales no han aprendido a investigar, ni en las noticias ni en las cifras, su radio de percepción es muy local y parroquiano, su inversión en asesoramiento es mínima y la resistencia al cambio, muy alta; en resumidas cuentas, sólo oyen y creen lo que quieren, o lo creen que les conviene, sin análisis ni soporte legal, académico o estadístico.

En la medida que por obstinación y desinformación no se entienda cabalmente lo que sucede con los factores que afectan el comercio y la viabilidad de la industria, el sector seguirá recibiendo estímulos equivocados que afectarán su voluntad y el entusiasmo, con sus respectivas repercusiones en el éxito empresarial.

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