Otra opinión más sobre la crisis global

Es esta otra columna, como tantas de las que ya han circulado en los medios de comunicación, en la que hablaremos sobre la crisis económica, pese a que es muy poco probable que quede algo nuevo o inteligente por decir.

Los problemas financieros del mundo, –igual que para casi todos los sectores de la producción–, no han sido ajenos al sector forestal, el cual se encuentra en la base de la cadena de valor de la vivienda y el mobiliario y que, junto con el de alimentos, han constituido el fundamento de todas y cada una de las civilizaciones que han habitado nuestro planeta.

Como consecuencia de la crisis, la cosecha de madera ha disminuido significativamente como resultado de la crisis inmobiliaria; de hecho, en algunos bosques del planeta se ha detenido por completo. Cientos de aserraderos y plantas de proceso a lo largo del mundo han cerrado, recortado sus programas de producción o cesado operarios, y aunque las inversiones para generar materia prima o su procesamiento han caído de manera drástica, algunos gobiernos miran hacia el sector forestal como una de las alternativas ya sea para mitigar las consecuencias inmediatas que sobre el empleo ha generado la recesión, o como futura fuente de riqueza en razón del valor que aún tendrán las cosechas de árboles planeadas para el largo plazo.

Si bien es bastante improbable que para las debilitadas industrias que tienen como base la madera se dispongan, de manera generalizada, de fondos como los dispuestos para recuperar las fallidas instituciones financieras en América del Norte o a las empresas del sector automotriz, si son notorias y por demás significativos los anuncios de Malasia, Perú y China de dirigir recursos financieros para mantener los puestos de trabajo en la industria maderera en el primero de los casos, para generar empleos a través de la reforestación en el segundo o para promover medidas y estabilizar la producción del sector forestal en el tercero.

En el caso colombiano, todo indicaría que el sector forestal, que poco o casi nada significativo aporta al PIB, no tendrá ninguna ayuda. Presenciamos entonces un nuevo episodio de la lucha por la sobrevivencia, cuando aún muchos no habían logrado recuperarse de la crisis que enfrentaron al final de la pasada década.

Se entiende por crisis el transcurrir por una situación difícil y tensa en la vida, y cuyo fin depende la reanudación de la normalidad, entendiendo también por normal lo que regularmente acontece, incluyendo lo éticamente correcto como, infortunadamente, lo aún socialmente no deseable.

En el sector forestal, prevé la FAO, que la crisis en mención conlleva a acentuar otras dos problemáticas que, en países como el nuestro aún no se han podido solucionar adecuadamente; comprende tanto los procesos de aprovechamiento ilegal, como el bajo nivel de inversiones en manejo sostenible, costos que tarde o temprano se computarán negativamente al valor de nuestros recursos naturales.

¿Qué alternativas están considerando nuestras autoridades y líderes para enfrentar estos fenómenos? Esto es algo sobre lo que esperamos prontas manifestaciones; no obstante, creatividad y visión serán necesarias para que las soluciones no sean repetición de las mismas fórmulas por cierto nada exitosas.

En un escenario como este, el final de la crisis se asocia con el cambio, con la evolución o al menos con una diferente perspectiva de la problemática; es entonces cuando los efectos se pueden capitalizar positivamente no tanto para cuestionar la realidad de la normalidad como para aprender, si es que las sociedades humanas tienen realmente esta posibilidad o este privilegio.

Expertos se han manifestado sobre los profundos cambios que las políticas socioeconómicas tendrán en razón de las lecciones que ha dejado la crisis global; no en vano ha demostrado ésta, el fracaso del corto plazo que se acompaña de la ética social que promociona el crecimiento basado en la especulación, con las que no es posible crear y mantener real riqueza para la sociedad que permita su crecimiento y desarrollo sostenido.

El corto plazo y la sobrevaloración no son propiamente características con las que se aprecian y perciben los recursos naturales y en particular, los forestales, por lo cual, lejos de cualquier pretensión, se encuentran en estos últimos algunos de los valores axiológicos que pueden promover el fin de la crisis. Trabajar por su crecimiento es, en estos momentos, una de las principales alternativas con que se debe contar, en la medida que la certidumbre sobre sus valores, largo plazo y seguridad, son reconocidos como una de las principales estrategias con las que cuenta la sociedad para asegurar que futuras crisis no tendrán el impacto de la actual.

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